“Histoire critique de l’ultragauche” Morceaux choisis en castillan
Morceaux choisis, traduits et publiés par Federico Corriente sur sa page facebook
Historia crítica de la ultraizquierda
Début des publications le 11 novembre 2018
“En el ‘post-68’ inmediato, todos los impasses de la producción teórica reposaban sobre el hecho de no concebir el desarrollo del capital como una sucesión de ciclos de lucha que planteaban diferentes etapas de la contradicción entre proletariado y capital, sino únicamente como una acumulación de condiciones en relación a una ‘naturaleza revolucionaria del proletariado’ que había que liberar. […]
El ‘período 68’ revitalizó la perspectiva programática sólo en la medida en que fue su crítica en actos, su contradicción vivida; resucitó las formas más radicales y, corolariamente, los impasses más productivos (la ultraizquierda).En el ‘período 68’, la ultraizquierda expresa de forma depurada los límites y las contradicciones del ciclo de luchas que entonces tocó a su fin.”
“Bajo la subsunción real del capital desaparece toda perspectiva autogestionaria. La conciencia de obrero o de productor de valores de uso desaparece bajo la conciencia de proletario o de productor de plusvalor. La realidad histórica de los consejos se convirtió en ideología en la interpretación consejista, que hacía de la organización de los trabajadores en y a partir de la empresa la destrucción de las relaciones de producción capitalistas.” […]
Pannekoek y todos los teóricos de referencia de la ultraizquierda habían sustituido el encuadramiento del proletariado por el partido por su autoeducación en la lucha histórica, reduciendo así el proceso de caducidad del valor, la contradicción en proceso que es el desarrollo del capital, a una acumulación de experiencias del proletariado según este se iba aproximando a pequeños pasos y pronto a saltos a su presunta esencia revolucionaria.”
“En este dispositivo teórico, cuando se trataba de la clase obrera, no podía ser cuestión de la revolución, y cuando se trataba de la revolución no podía ser cuestión de la clase obrera, de ahí el ‘hallazgo teórico’ de la clase obrera Y el proletariado, consistente en oponer clase obrera (capital variable) y proletariado (irreproductibilidad revolucionaria). Una vez que se distingue e incluso se contrapone lo que hace del proletariado una clase de este modo de producción y lo que hace de el una clase revolucionaria, la teoría de la revolución no podía sino transformarse en fraseología.”
“Desde comienzos del siglo XX, el principal protagonista de todas las contrarrevoluciones no ha sido otro que el propio movimiento obrero (Rusia en 1917, Alemania en 1919, etc.). Existe, por tanto, un vínculo ineludible entre lo que el proletariado es en el modo de producción capitalista (el movimiento obrero) y ese famoso ser que se trataría de liberar. Un vínculo que la ultraizquierda nunca ha logrado teorizar o comprender. Con el tiempo, esta crítica de los modos de existencia de la clase obrera bajo el modo de producción capitalista (en tanto fuerza de trabajo, bajo la forma de partidos y sindicatos) no puede dejar indemne a ese mismo ser (la naturaleza revolucionaria de la clase) que ha de liberarse.”
“«El proletariado no puede ser él mismo el poder, salvo transformándose en la clase de la conciencia.» Ya no son las fuerzas productivas o el Espíritu hegeliano los que han de recorrer un movimiento para reencontrarse consigo mismos, sino la conciencia la que ha de recorrer una historia de su realización. La teoría del espectáculo reproduce de hecho, bajo la forma de la necesidad revolucionaria de un devenir de la conciencia, no una actitud contemplativa (frente al Espíritu hegeliano o al desarrollo de las fuerzas productivas), sino una nueva separación entre el proletariado como clase del modo de producción capitalista (como representación) y como clase revolucionaria (clase de la conciencia). […] Tras haber suprimido la posición contemplativa y una problemática de las condiciones, tras haber criticado toda finalidad de la historia, toda teleología basada en el modelo hegeliano reproducida por el marxismo clásico a través del desarrollo de las fuerzas productivas, Debord nos propone otra dialéctica construida sobre el mismo modelo, de algo que llega a través de distintas mediaciones a su existencia total (es decir, se realiza): la conciencia.”
“Para muchos de nosotros, el momento histórico se encaminaba hacia su teoría, hacia lo que había escrito la I. S., (esa totalidad de la revuelta del 68, ese rechazo del trabajo que contenía, ese cuestionamiento de la condición obrera, y esa desembocadura en el humanismo para superar un comunismo movido por la imposibilidad). Aquello parecía milagroso: algunos años antes, los situacionistas habían enunciado la teoría que en ese momento hacía falta, la teoría que parecía explicar lo que estábamos viviendo, lo que estábamos haciendo.
Fue hace mucho tiempo…”
“Toda la diferencia entre Marx y Bakunin reside en la comprensión de la contradicción entre proletariado y capital, pero esta diferencia no es de naturaleza científica; ella misma es expresión de la dualidad conflictual del programa, que estalla a partir de 1870. O bien la revolución es el aumento del poder de la clase dentro del modo de producción capitalista, y en ese caso hay que estudiar la explotación como definitoria de la clase dentro de su implicación recíproca con el capital, o bien es la revelación de las capacidades revolucionarias intrínsecas al proletariado, que manifiesta, desde ahora y de manera autónoma, la capacidad de producir otra sociedad, de la que es portador, y en ese caso la explotación es una dominación, una dictadura absolutamente exterior a lo que es la clase.” […]
Entre Marx y Bakunin el problema de la naturaleza de la contradicción entre proletariado y capital resume todas las demás divergencias. ¿Está el proletariado implicado en el capital o simplemente está dominado por él? Es la dualidad conflictual del programatismo la que produce tanto la pregunta como la divergencia. La primera posición pretende que la emancipación del trabajo pasa por su confirmación como potencia en el seno de la sociedad capitalista, y está abocada a dejar de ver una contradicción en la implicación y a dejar de lado la revolución; la segunda no ve más que oposición allí donde lo que hay es implicación recíproca, y al seguir viendo la revolución como emancipación del trabajo, se margina en relación a todas las mediaciones que la revolución necesita como tal. Lúcidamente, Marx escribe que para ser coherentes consigo mismos, los anarquistas deberían condenar no sólo la táctica política, sino también toda táctica que desemboque en un reforzamiento y en conquistas dentro de las luchas económicas.”
“En tanto la revolución no pueda ser otra cosa que esta afirmación de la clase que toma el poder y controla la producción, un hilo indestructible y trágico une las posiciones revolucionarias más radicales a las posiciones más reformistas, que ponen en primer plano el desarrollo de la clase en el interior del sistema. […] La glorificación y la gestión de la clase en tanto fuerza de trabajo, elemento del modo de producción capitalista, no se distingue esencialmente de la posición, aparentemente más radical, que preconiza su afirmación, su control de los medios de producción y la generalización de su situación. Si la revolución es la afirmación de la clase, es que supone la liberación de algo que existe en el interior de la sociedad antigua, y desarrollar ese algo, bajo la forma y el rol que en esa sociedad antigua le correspondan, no puede ser sino lógico y legítimo.”
“Mientras la revolución se presente como afirmación del proletariado, no se puede concebir la contradicción del modo de producción capitalista como algo que atañe a la implicación recíproca entre capital y proletariado, pues entonces la superación del capital no podría ser, ipso facto, sino la superación del proletariado. Es así como el programatismo se convierte en un economicismo. Si la revolución es afirmación de la clase, es preciso que el proletariado, al hacerla, resuelva una contradicción del capitalismo de la que él no constituye uno de los términos, sino simplemente el afuera mejor situado, de manera que la superación de esa contradicción, lejos de suponer su desaparición, suponga su triunfo.”
“Si el desarrollo del capital sigue un curso objetivo que la acción del proletariado viene a actualizar de una manera u otra, es preciso que entre ese curso objetivo y la intervención proletaria se establezca una relación, y ese vínculo es el acceso a la conciencia. De inmediato, ésta es un problema central del programatismo, pero igual de inmediatamente, el problema se plantea de tal manera que no puede tener más que una solución iluminista. La acción del proletariado, al estar excluida del curso de la contradicción, se torna dependiente de una revelación. El problema de la conciencia no desaparece como tal más que a partir del momento en que, concebido como polo de la contradicción del modo de producción capitalista, el proletariado no puede sino coincidir en su existencia y en su práctica con el curso histórico de su contradicción con el capital, que a su vez es la evolución misma de este modo de producción, su propia objetividad. Mientras la revolución sea la afirmación de la clase, por tanto mientras el proletariado, excluido de los términos de la contradicción debido al mismo hecho de que su resolución ha de ser su triunfo, no haga sino actualizar una evolución objetiva, ahí no puede haber sino un problema de conciencia, que es el corolario de la objetividad económica.”
“La cuestión de la conciencia no se plantea más que a partir de la separación entre el curso objetivo del capital y la lucha de clases. Esta cuestión no es una cuestión de comprensión filosófica, sino una cuestión política; plantear la revolución en términos de conciencia y de educación está inscrito en una posición reformista, como lo es entender la lucha de clases de tal manera que se distingue entre luchas ‘económicas’ y luchas ‘políticas’. Las primeras pertenecen al ámbito de lo ineluctable, de lo espontáneo; la lucha política pertenece al ámbito de la conciencia, de la voluntad. A partir del momento en que la revolución es afirmación de la clase, ésta comporta como determinaciones propias entrelazadas, la exterioridad de la conciencia, la separación entre las luchas económicas y las luchas políticas, el gradualismo y el objetivismo economicista.”
“[…] pero la superación del programatismo no consiste en proclamaciones sobre la negación del proletariado o la abolición del trabajo; empieza cuando se producen teóricamente la explotación y el descenso de la tasa de ganancia como contradicción entre el proletariado y el capital, del mismo modo que, en el desarrollo del capital, los conceptos centrales son los de explotación y acumulación. Polo de la contradicción del modo de producción capitalista, el proletariado no puede sino coincidir en su existencia y su práctica con el curso histórico de su contradicción con el capital en tanto explotación y descenso tendencial de la tasa de ganancia, contradicción que a su vez constituye el desarrollo mismo del modo de producción capitalista, su propia objetividad.”
“Lefort se aparta del punto de vista ultraizquierdista tradicional que considera que el partido viene a distorsionar la ‘buena’ lucha obrera. El concepto de ‘experiencia obrera’ abarca la historia del movimiento obrero y la periodiza. Se trata de una ruptura completa con el tipo de problemática que concibe la historia del movimiento obrero como el enfrentamiento entre el ‘buen’ principio de la autonomía y el principio ‘malo’ de la dirección. […]
Lo esencial para Lefort es historizar al proletariado, determinar lo que éste es en su contradicción con el capital. No existe una clase invariante definida de una vez por todas (contrariamente a la tesis bordiguista de la invariancia del proletariado y de su teoría).”
“Según Castoriadis, que retomó esta visión de Ria Stone, el capitalismo no haría sino desviar la actividad humana. Se trataría, pues, de reencontrarla: de reencontrarse con las máquinas y de reanudar el dominio sobre ellas. Esta conclusión de las antiguas tesis de S. ou B. no es, sin embargo, una lógica de ideas, pues fue preciso el impacto del impasse de las luchas de los años cincuenta para que se efectuara ese viraje… La visión de Castoriadis desemboca en la transformación de la sociedad capitalista en una sociedad piramidal, en la negación de las crisis, en el abandono de la explotación en beneficio de la alienación. ‘Por desgarrada y desgarradora que sea, la empresa sigue siendo para el trabajador el lugar de la comunidad con los demás, comunidad de lucha ante todo.’ En su nueva problemática, Castoriadis reintegró el tema de la ‘experiencia obrera’ como vínculo esencial entre el curso cotidiano de la lucha de clases, la revolución y el contenido del comunismo. La oposición a la ‘dominación del capital’ forja, en el curso de ese mismo movimiento, nuevas relaciones. ‘La experiencia obrera’ versa entonces sobre la suerte de la producción, como decía Ria Stone, o sobre la ‘gestión obrera’ y ahora ‘humana’, como dice Castoriadis.”
“[…] Esto se reduce a un esquema sencillo: de un lado, nosotros, la sociedad del otro, y la dominación entre los dos. Ahora bien, eso presupone la existencia de un sujeto no-espectacular (la vida, una clase social o la vida representada por una clase social) que pueda sublevarse contra «los imperativos absurdos de la economía». Leyendo estos textos, se percibe un cierto sesgo teórico: la clase que va a derrocar el espectáculo, el proletariado, está construida a partir de esa contradicción vivido/mistificación, y la encarna. No se parte de su situación tal cual es para construir su contradicción con el capital, sino que se parte de un tipo de contradicción para buscar el mejor portador de la misma.
En esta visión del espectáculo, al no existir una relación necesaria entre los términos de la oposición, la superación es el resultado de una alternativa. […] En líneas generales, esta visión dualista del espectáculo es la teoría dominante en la I. S. […] Es la única teoría que justifica la existencia de la I.S. como organización subversiva experimental […] y la revolución como otro empleo de los medios existentes. De abandonar esta visión dualista, se pondría a sí misma en entredicho como organización.”
“Anselm Jappe y Gianfranco Marelli reprochan a Debord y a la I. S. el haber permanecido prisioneros de una teoría de las clases para hablar de la negación del proletariado y de la comunidad humana, pero muy por el contrario, todo el interés de la I. S. reside en haberse ceñido (incluso en su definición de la esencia humana) a una teoría del proletariado y a una teoría de la revolución como actividad de una clase. La I. S. quiso tener cogidos los dos extremos de una revolución que había de ser la revelación de una esencia humana, y cuyo sujeto había de ser una clase particular de esta sociedad (y no la humanidad). Es por este enfoque, y a pesar de que no pudiera sostener de manera absolutamente coherente ambos aspectos (en aquel entonces no podía hacerlo), por lo que la I. S. resulta apasionante.”
“Para los situacionistas se trataba de concebir la revolución «bajo el capitalismo moderno», que se puede definir mediante la subsunción real del trabajo por el capital. Es decir, toda la reproducción de la sociedad es absorbida dentro de la reproducción del capital […] Toda la sociedad se convierte en el metabolismo del capital, de ahí que la I. S. insistiera tanto sobre la vida cotidiana, considerada siempre en la perspectiva de la relación proletariado/capital. Al contrario de lo que muchos creen, la I. S. nunca abandonó la explotación en el sentido estricto, (la producción de plusvalor en el proceso de trabajo), pero la concebía como insuficiente para comprender la contradicción entre proletariado y capital, en la medida en que el conjunto de la sociedad se había convertido en el metabolismo del capital.”
“En la perspectiva situacionista, esta realización/superación [del arte] coincide con la abolición del trabajo, dentro de la utilización de los medios existentes como construcción libre de la vida cotidiana. […] Superación del arte y abolición del trabajo tienen estrictamente las mismas condiciones (los medios materiales están presentes. […] Pero «¡no trabajéis jamás!» también significa «¡sed artistas!»; la superación del arte es el movimiento mediante el cual se hacen cargo de la abolición del trabajo sus protagonistas (un tipo de comportamiento que es la construcción de su vida).”
“Para la I. S., la definición del proletariado se basa en una dualidad: lo define en primer lugar a partir de la alienación universal (lo que, en cierto modo, hace reaparecer, como consecuencia de la definición de una «naturaleza humana» por Debord en La Sociedad del Espectáculo, un humanismo teórico). Se trata de la famosa definición del proletariado como todos aquellos que no tienen ningún control sobre el empleo de su espacio-tiempo, lo que, de hecho, concierne a todo el mundo.
Pero los situacionistas hacen uso también de una definición mucho más restringida para expresar su referencia al proletariado tal cual puede ser definido clásicamente […]: la consideración de una clase obrera muy delimitada que es una clase muy particular de la sociedad, en el marco de una relación con el capital que es la de la explotación.
El empleo de semejante doble definición, sin que ésta estalle como una contradicción en los términos, no es posible más que beneficiándose del frágil «estado de gracia» de finales de los años cincuenta y comienzos de los años sesenta.”
“Los situacionistas siempre se negaron a abandonar la teoría de la revolución como teoría de las clases, pero una revolución que para el proletariado tenía que ser abolición de sí mismo y de todas las clases sobre la base de lo que éste ya es. Puesto que la I. S. se encuentra siempre inmersa en una problemática revolucionaria que se refiere a un ser, a una sustancia, del proletariado, es preciso, por tanto, que éste sea ya esa abolición en germen y no el resultado de un proceso histórico contradictorio. Esta frase puede finalmente decirlo todo y lo contrario, pues la I. S., a la vez que empuja a esa dualidad hasta sus últimas trincheras, no llegó nunca a salir de la problemática de un ser revolucionario (incluso definiéndolo como portador de su abolición). Siempre tuvo un ser de la clase a teorizar. […] No se trataba pues de la contradicción de dos términos que formaban una totalidad (que no existen sino el uno en función del otro), sino de dos términos, cada uno de los cuales no es la razón de ser del otro. Eso no es una contradicción, sino una simple oposición.”
“Así pues, el proletariado quedaba «investido de una revuelta de la vida contra todas las condiciones existentes», la revuelta contra el capitalismo moderno. El primer punto de definición de este capitalismo moderno es la crítica de la vida cotidiana que se encuentra ya en la prehistoria artística de la I. S. (la I. L., el MIBI, la psicogeografía, la deriva, el desvío, los ambientes, el urbanismo unitario, etc.)”
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