La autoorganización es el primer acto de la revolución, los siguientes irán en contra suya
La autoorganización es el primer acto de la revolución, los siguientes irán en contra suya.
Suplemento a Théorie Communiste n°20
Juino 2006
Comunización
La autonomía, como perspectiva revolucionaria realizándose por la autoorganización, es paradoxalmente inseparable de una clase obrera estable, facilmente discernible en la misma superficie de la reproducción del capital, una clase confortada en sus límites como en su definición por esa reproducción y reconocida en esta reproducción como interlocutor legítimo. La autonomía es la práctica, la teoría y el proyecto revolucionario de la época del « fordismo ». Su sujeto es el obrero y supone que la revolución comunista sea su liberación, la liberación del trabajo productivo. Supone que las luchas reivindicativas son el escalón de la revolución y que dentro de la relación de explotación el capital reproduzca y confirme una identidad obrera.Todo aquello ha perdido su asiento. Por lo contrario, en cada una de sus luchas el proletariado puede ver su existencia de clase objetivarse en la reproducción del capital como algo que le es ajeno y que en el curso de su lucha puede cuestionar. En la actividad del proletariado, ser una clase se vuelve una coacción exterior objetivada en el capital. Ser una clase es un obstáculo que su lucha como clase debe superar, este obstáculo posee una realidad clara y facilmente identificable: la autoorganización y la autonomía.
Sumario
Amarga victoria de la autonomía
Autoorganización por todas las partes, revolución en ninguna
Sobre la autoorganización en la luchas actuales
Luchas reivindicativas/revolución
Una ruptura
La cuestión de la unidad de la clase
El anuncio
Los colectivos
Actividades que producen la objetivación de la existencia y de la unidad de clase
«Juventud rebelde»
Argentina: una lucha de clase en contra la autonomía.
Argelia : « Cuando me hablan de los Aarouchs, tengo la impresión que hablan de algo ajeno a mí »
El Movimiento de Acción Directa (MAD)
La luchas «suicidas» : caducidad de la autonomía.
AMARGA VICTORIA DE LA AUTONOMíA
Autoorganización por todas las partes, revolución en ninguna.
Sólo puede hablarse de autonomía cuando la clase obrera se encuentra en capacidad de relacionarse a sí misma en contra el capital y encontrar en esta relación a sí las bases y la capacidad de su afirmación como clase dominante. La autonomía supone que la definición de la clase obrera no sea una relación sino inherente a la clase. Se trataba de la formalización de lo que uno es en la sociedad actual como base de la nueva sociedad que se edificará como liberación de lo que uno es.
Desde el final de la primera guerra mundial hasta los primeros años del decenio de los 70, la autonomía y la autoorganización no eran únicamente la huelga «espontánea» y una relación más o menos conflictiva con los sindicatos. La automía era el proyecto de un proceso revolucionario que se extendía de la autoorganización a la afirmación del proletariado como clase dominante de la sociedad a través la liberación y la afirmación del trabajo como organización de la sociedad. Liberando la «verdadera situación» de la clase obrera de su integración en el modo de producción capitalista, representada por todas las instituciones políticas y sindicales, la autonomía era la revolución en marcha, la revolución potencial. Era este el propósito explícito de la Ultra-Gauche (Ultraizquierda), no era sólo una ideología. La autoorganizacíon, la potencia sindical y el movimiento obrero han pertenecido al mismo mundo de la revolucíon como afirmación de la clase. La afirmación del ser realmente revolucionario que se manifestaba en la autonomía no hubiera podido tener la mínima realidad de no haber sido el buen lado desalienado de la misma realidad que vivía dentro de un poderoso movimiento obrero “enmarcando” a la clase. El movimiento obrero era tambien la garantía de la independencia de la clase dispuesta a reorganizar el mundo a su imagen, era solamente necesario el revelar a esa potencia su verdadera naturaleza, desburocrantizándola,desalienándola. No son pocos los casos de unos obreros pasando de la constitución, necesariamente efímera, de organizaciones autónomas al universo paralelo del estalinismo triunfante, o en el Norte de Europa, hacia el regazo de poderosos sindicatos. Autonomía y movimiento se nutrían y confortaban mutuamente. El jefe estalinista podía muy bien ser “la pendiente obrera del patrón por la gracia de dios”, pero era también la pendiente institucional de la autonomía. La autoorganización como teoría revolucionaria tenía un sentido en las condiciones exactamente idénticas a las que estructuraban el “viejo movimiento obrero”. La autoorganización es la lucha autoorganizada con su prolongación necesaria la autoorganización de los productores, en una palabra, el trabajo liberado, en otra palabra, el valor.
Echemos un vistazo hacia atrás. En la Italia de1969, los sectores obreros en lucha no habían logrado la creación de una «asamblea» de enlace entre las diversas formas de autoorganización y el movimiento fue recuperado por la CGIL y sus comités de talleres. Siempre en Italia con el” movimiento de las autoconvocativas por la escala móbil “(febrero-marzo1984) puede notarse que la autoorganización se hace defensiva, en el sentido de que expresa la defensa de una composición pasada y de una relación pasada de la clase al capital que la reestructuración está aboliendo.
Por las mismas razones, en España, el “movimiento asambleista”(1976,77,78) crea o revitaliza structuras sindicales, ocurre lo mismo durante «el otoño caliente» en los Paises Bajos(1983). Es también la época de desarrollo de todo tipo de”sindicatos autónomos”. Fundamentalmente lo que la reestructuración cuestiona es un tipo histórico de clase obrera. En Renault, durante las huelgas de 1975, la fábrica de Le Mans (Francia) donde la fuerza de trabajo es la más estable y el nivel de sindicalización(40%) doble de la cifra nacional media en Renault, es el lugar donde la huelga es la más dura tomando a menudo aspectos de »lucha autónoma». Durante los primeros años del decenio de los 80, cuando ya el proceso de desengrase se “acaba “ affectando principalmente los efectivos OS inmigrados (Ouvrier Spécialisé=Obreo Especializado), provocando una enorme oleada de huelgas en el sector de la automóbil, la violencia de la lucha no formalizó ninguna tentativa de elaborar órganos autónomos. “Quieren matarnos, pero ya estamos muertos “ era entonces el espíritu de las luchas. Si, en 1983-1984, resultaba difícil calificar la huelga de los mineros en Gran-Bretaña de “ lucha autónoma y autoorganizada »” es que fue de hecho una huelga sin reivindicaciones, sin programa, sin perspectivas. Ser una clase sólo se definía ya entonces dentro y en contra su adversario, en la acción contra este. El declive y la perdida de sentido de la autonomía no son un simple producto de un retroceso de la lucha de clases. La lucha no es un invariante histórico que expresa constantemente la misma relación de clase. El declive de la autonomía no signica el declive « de la lucha », pero sí el declive de una fase histórica de luchas de clases.
Cuando en Francia, a partir de las coordinaciones de los empleados del ferrocarril (S.N.C.F.) en1986, la autoorganización resuta ser la forma dominante de todas las luchas, no se encuentra ya en ruptura con todas las mediaciones con las cuales la clase es una clase del modo de producción capitalista (ruptura liberando la naturaleza revolucionaria de la clase), la autoorganización pierde su « sentido revolucionario » que consiste en el transcrecer entre la autoorganización de la lucha y el control obrero sobre la producción y la sociedad. La autoorganización vuelve a ser una forma radical del sindicalismo. Toda lucha reivindicativa de alguna amplitud o intensidad está hoy autoorganizada y es autónoma, autoorganización y autonomía son un mero momento del sindicalismo (sindicalismo distinguiéndose de la existencia formal del sindicato). Si los organismos de lucha que habían fraguado los trabajadores de los puertos españoles en los años 1980 intentan sobrevivir y cambian de forma es porque eran sólo organismos de defensa de la condición obrera. Es ahí en donde yace la continuidad explicándo el camino de uno a otro. Los teóricos de la autonomía quieren que los « organismos autónomos » tales cuales inventen el comunismo pero permaneciendo lo que son: organismos de luchas reivindicativas. Tales cuales, su pendiente natural es permanecer y por lo tanto “transformarse “.
Lo que ha desaparecido en los discursos actuales sobre la autonomía, es la revolución. Lo que, hasta los años 1970, constituía la razón de la propia existencia del discurso sobre la autonomía, su perspectiva revolucionaria, se ha tornado casi indicible. Defender y valorizar la autonomía se ha vuelto autosuficiente y ha dejado de articularse con una perspectiva revolucionaria,los operaistas italianos fueron los últimos en intentarlo. Hogaño suele decirse que la automía existente no es la buena. Empero, es la capacidad misma, por parte del proletariado, de encontrar, en su relación al capital, la base para poder constituirse en clase autónoma y en gran movimiento obrero que desapareció. Autonomía y autoorganización fueron un momento histórico de la lucha de clases y no modalidades de acción formales. En todas las problemáticas actuales, la autonomía señala todo tipo de actividades de concertación directa entre proletarios en vista de cualquier empresa común, una suerte de forma ahistórica y general de acción condicionada sólo por su independencia en con las instituciones. La historización y la periodización de la lucha de clases desaparecen así. Es efectivo referirse a la autonomía sólo cuando la clase obrera es capaz de relacionarse a sí misma en contra el capital y, en esta relación a sí, sacar la capacidad de su afirmación como clase dominante (lo que de todas maneras sólo podría producir una contrarevolución imposibilitando esta afirmación).
Actualmente, de manera inmediata, allí donde triunfan la autonomía y la autoorganización, una insatisfacción se manifiesta en contra estas. En Francia en 1986 las coordinaciones de los “cheminots “ (empleados del ferrocarril) habían sucitado ya movimientos de recelo, también en 2003, la voluntad de constituir, más allá de los colectivos locales existentes, coordinaciones ampliadas. En el seno de la autoorganización triunfante actual, lo que va en contra esta última es lo que anuncia la abolición de las clases. No se trata de una insatisfacción frente a una autonomía “ recuperada “, sino en contra la autonomía, que sólo puede ser “ recuperada “ por naturaleza. Esta naturaleza de liberación de la clase partiendo de su afirmación autónoma («rompiendo» con sus lazos sociales capitalistas) que era la definición de la revolución en el ciclo anterior es ahora el modo para la autoorganización y la autonomía de existir y ser vividas de forma consciente como límite de todas las luchas actuales. Por donde sea, a penas ponerse en plaza la autoorganización (hoy, no hay escape a esto), uno se harta, es una traba para el movimiento. Sólo empezar nos “engorra”, porque nos devuelve fastidiosamente a lo que somos y a lo queremos dejar de ser. Ahí, en el seno mismo de la autoorganización, en contra de esta, es donde la lucha del proletariado produce su propia existencia de clase como límite por superar. La autonomía significa tan sólo la liberación del obrero como obrero. La autonomía, la autoorganización o sea lo que somos como clase, han sido en el curso concreto de las luchas, objetos de críticas repetidas. Se trata pues de plantear la importancia teórica y práctica de tal desfase dentro de la autoorganización entre lo que representa hoy, como forma necesaria de la lucha de clases, y la crítica práctica y teórica que suscita en su desarrollo mismo. Sin embargo hay que tener en cuenta como característica del presente ciclo de luchas que la pugna en contra la autoorganización «deficiente» se lleva en favor de la «buena». Hoy, la crítica de la autoorganización apunta sólo en la pugna en favor de la «buena» autoorganización, lo que significa que la perspectiva de la revolución aparece no ser de ahora en adelante del orden de la afirmación de la clase y, por eso mismo, no pudiendo ser más del orden de la autoorganización o de la autonomía.
Mientras ningún enfrentamiento de clases no inicie de forma positiva, como acción de clase en contra del capital, una comunización de las relaciones imperantes entre los indíviduos, la autoorganización permanecerá la única forma disponible de la acción como clase. La búsqueda de la «verdadera» autoorganización no es un «error», pues este «error» indica con constancia, tirando al blanco de la autoorganización realmente existente en nombre de una autoorganización ideal, que la autoorganización no es insuperable. Esta crítica de la autoorganización realmente existente en nombre de una ideal, como proceso sin fin, es una tensión al interior de la autoorganización e indica el contenido que debe superarse: el estancamiento de la autoorganización, vale decir de su contenido, afirmación, revelación del proletariado a sí mismo.
La superación de la autoorganización realmente existente no se hará con la producción de la «verdadera», la «hermosa», la «buena», se efectuará en contra esta pero en su seno, partiendo de esta. En las luchas actuales, el proletariado reconoce el capital como su razón de ser, su existencia frente a él mismo, como única necesidad de su propia existencia. En sus luchas, el proletariado se da todas las formas de organización necesarias a su acción. Pero cuando el proletariado se da las formas de organización necesarias a sus metas inmediatas (su abolición será tambien una meta inmediata), no existe por él mismo como clase autónoma. La autoorganización y la autonomía no eran posibles sino sobre la base de la constitución de una identidad obrera, constitución que la reestructuración barió. ¿Qué pueden estos proletarios autoorganizar ahora ?
Si la autonomía como perspectiva desaparece es que la revolución sólo puede tener como contenido la comunización de la sociedad es decir la propia abolición del proletariado. Con un tal contenido, es impropio hablar de autonomía y resulta poco probable que tal programa pase por lo que se suele conocer como « organización autónoma ». El proletariado no puede ser revolucionario sino reconociendóse como clase, se reconoce así en cada conflicto, y cuanto más en una situación donde su existencia como clase será en la reproducción del capital, la situación que tendrá que afrentar. Se trata pues de no equivocarse sobre el contenido de este « reconocimiento ». Reconocerse como clase no será « un retorno sobre sí » sino una total extraversión, autoreconocimiento como categoría del modo de producción capitalista. Lo que es la clase es inmediatamente sólo su relación con el capital. Este « reconocimiento » será de hecho un conocimiento práctico, en el conflicto, no de sí mismo para sí mismo, pero del capital.
Sobre la autoorganización en las luchas actuales
«El sistema inglés de los shop-stewards** [** Inglés en el texto]que nació durante la primera guerra mundial, ha impulsado una organización específica de la fábrica, conocida como mutuality**, en la que el contenido y el ritmo de trabajo estaban fijados por los dirigentes en concertación con los trabajadores mediante delegados eligidos. Este sistema fue barrido por las reestructuraciones, aun antes de la época de Thatcher. Durante los años 1970, muchos conflictos surgieron en torno de este poder de los delegados de la base; el canto de cisne de este sistema fue, por una parte las propuestas de cambio de fabricaciones, notablemente en las fábricas de armamento, por los comités de shop-stewards, y por otra parte, en caso de clausura de la fábricas, la continuación de las producciones por los trabajadores.Todo aquello dio luz a un movimiento en torno a las nociones de worker’s control y self-managment**, una salsa británica de autogestión que alcanzó en la práctica y en las ideas mucho más allá que los adelantos franceses sobre el tema. Hoy ,tras la laminación de la industria británica este corriente no representa nada.» (Échanges, N°9, p.23)
« Un movimiento autónomo complejo se desarolló durante más de treinta años, una suerte de híbrido que combinaba el sistema de delegados de base elegidos y responsables (los “shop-stewards”) con la utilización de estructuras de base sindicales (a menudo reforzadas por un intensa utilización del “closed-shop”**, i.e; obligación de sindicarse para poder ingresar en una empresa- dicho de otra manera la gestión de la contrata de los trabajadores por los sindicatos. Se asistió entonces a una oleada de huelgas espontáneas que estorbaron varias veces y peligraron los goviernos empeñados por «pasar en fuerza»,(…). La crisis que este conjuto encubría culminó durante el invierno 1978-19879 – The winter of discontent–** cuando el país fue sumido en un caos total tan sólo con la perspectiva del inmobilismo de ese bloque de resistencia».
El gobierno Thatcher barre todo esto: destrucción de la estructura industrial, privatización, mundialización y financiarización éconómica, generalización de la flexibilidad y precaridad obrera, desempleo masivo.
«El equilibrio de las fuerzas que subtendía el movimiento autónomo se quebró; pero no pudo ser derrotado (provisionalmente) sino con luchas muy duras en los sectores claves de la autonomía obrera: puertos, siderurgía, automóbil, prensa, y por encima de todo los mineros.» (Échanges, N°107, oct-nov 2003)
Volviendo al periodo actual para sacar las enseñanzas de la huelga de los empleados de Correos británicos, el texto concluye: « Los fundamentos de la lucha, aunque marcando una ruptura de la base con las direcciones sindicales, señalan tambien la persistencia de ciertas nociones en las relaciones de trabajo como en la utilización de estructuras de base sindicales, esas mismas nociones que “la puesta en vereda” de la autonomía de luchas en los principios de los años 1980 había tentado eradicar pero que vuelven a surgir(…). Sin embargo, hay que tomar en cuenta que por razones diversas incluyendo la intervención de la lucha de clases, los correos británicos son unas de las únicas entidades nacionales sin desmantelar ( se trata de unos de los principales empleadores británicos con 160.000 trabajadores, lo que les da un poder evidente). Por eso las prácticas de base dentro de las relaciones laborales, corrientes otro tiempo en la industria pero eliminadas durante los años 1980, se encuentra aquí bien vivas ( subrayamos nosotros)”. No puede uno ser más claro.
Actualmente, en muchos conflictos, como los dockers de la Costa Oeste de EEUU, los empresarios intentan quebrar los sindicatos por la misma razón que quiebran, cuando esta se manifiesta, la autonomía laboral, ya que las dos pertenecen a una misma época, a la misma lógica de reproducción capitalista. Hemos aquí un punto que debería ser ” interrogante” para los adeptos de la ahora secular ideología de la autoorganización obrera. Hoy por hoy, sea en Correos Británicos o en los puertos de la Costa Oeste de EEUU, la batalla autónoma de los obreros recoge en su contenido la defensa de las grandes instituciones sindicales, no como utilización momentánea de los sindicatos por los trabajadores, sino por lo que son: grandes instituciones que gestionan la autonomía de la fuerza de trabajo.
Viernes a 18 de julio de 2003 por la tarde, estalla una huelga espontánea en el aeropuerto de Heathrow en contra la flexibilidad y la anualizacíon del tiempo laborable. Luego de tres días de huelga de los empleados controladores de billetes y de los registros de pasajeros y equipages, el trabajo retoma con el anuncio de negociaciones entre los sindicatos y la dirección.
Igualmente, en España, cuando la huelga de los astilleros, de enero y febrero 2004, cuando el cambio de convenio colectivo y el aumento de la flexibilidad fueron rechazados. El 30 de enero, la manifestación sindical degenera : barricadas, coches incendiados, la policía usa pelotas de goma.
El 5 de febrero en Puerto Real, “una organización de base intenta coordonar la lucha si es necesario” (Echanges, N°109,p.23), el día 12, tras nuevos enfrentamientos, una Asamblea General decide una nueva manifestación en la ciudad provocando nuevos enfrentamientos. El día 13 las negociaciones entre sindicatos y dirección prosiguen. Como de costumbre, la huelga espontánea aun acompañándose de formación de órganos autonómos, no es sino un sustituto o un acompañamento de la acción sindical. Se ha vuelto imposible esperar de aquello otra cosa, como la esperanza de una dinámica interna que sería su superación partiendo de ella misma y no en contra suya.
El 2 de junio de 2003, el sindicato IG Metall lanzaba una convocatoria de huelga en el sector metalúrgico de cinco länder de la antigua R.D.A. Las oposiciones entre obreros del “Oeste” y obreros del “Este” explican en parte el fracaso de esta huelga. La multiplicación de conflictos en unidades de trabajo distintas, la multiplicación de subcontratistas y de recetas para reducir los costes de producción dispersan los lugares de explotación, con el resultado corolario de la desaparición de luchas globales por ramo profesional. Lo que se cuestiona es la unidad del proletariado partiendo de luchas reivindicativas.
Tórnase evidente por otra parte que el proletariado no puede ser unido para él mismo como clase revolucionaria asalariada, en el marco de su posición mercante, todo lo comprueba más y más hasta estallar a la vista.
En Italia, diciembre de 2003, el movimiento de huelga de los autoferrotramvieri no dio luz a ninguna organización formal intercocheras. Aunque la “enfermedad de la huelga espontánea haya pegado muy fuerte”, “el dispositivo sindical antihuelga funcionó perfectamente” (Carta de Mouvement Communiste). El responsable de la coordonadora de los chóferes de Brescia, afiliada a la coordonadora nacional, le sobra decir que la huelga ilegal era “la única arma de la disponian los trabajadores” y que “si los sindicatos han acatado nuestra demanda de los 106 euros, es que escuchan la base”, añade “la huelga no va en contra los sindicatos”. Finalmente, los transviarios de Milano resumen la huelgan en un slogan: “ Nosotros somos el sindicato ”. Los “sindicatos de base” han jugado plenamente su papel de exutorio de la rabia de los asalariados, hay que decir, para quedar claros, que los asalariados acceptarón plenamente que juegen dicho papel.
“Desdichadamente, nadie se apoderó, para hacer la suya, del significado político ofensivo de la lucha de los autoferrotranvieri, ni tampoco de la tarea permanente de su organización en los sitios de trabajo, hasta la última cochera tomada por el movimiento. Los sindicatos de base trataron aprovechar, sin mucho éxito, la situación para fortalecerse a costas de las grandes confederaciones oficiales, pero se negaron favorecer la organización independiente de la lucha.” (Ibid). Nadie se apoderó de ello, siquiera los mismos trabajadores.
En un destello de lucidez esa Lettre concluye: “ Es como si las luchas defensivas no funcionaran ya como escuela del comunismo, como si no generaran su propia superación política.”
“Luego de las huelgas de los empleados de la limpieza en los ferrocarriles, trás las huelgas de transportes públicos, viene el turno del metal. En todos los casos, luchas durísimas que se forman fuera y en contra los sindicatos, luchas propiamente autónomas (sudrayamos nosotros)” (Échanges, N°109, p.19). Es simplemente falso. En Melfi, la lucha de los obreros de la FIAT en mayo 2004 empezó con las huelgas convocadas por los sindicatos para el pago de las horas de paro técnico; rápidamente los trabajadores sobrepasan ese marco, añadiendo a estas reivindicaciones la reorganización de las horas laborales y el aumento del sueldo (ambas demandas acceptadas por los sindicatos). La huelga no deja de estar bajo control de la FIOM (sindicato de la CGIL) aun con el bloqueo de la fábrica ; los obreros delegan la búsqueda de la extensión de la lucha en otras fábricas FIAT y la conducta de las negociaciones. Cuando un acuerdo (“no muy malo”, según la apreciación de Échanges en su N° 109) fue concluido, la tentativa por parte del Cobas de rechazarlo fracasa. Los obreros no han constituido ninguna organización autónoma, lo que sin embargo no impide, en esta lucha como en la de los autoferrotramvieri, a los ideólogos de la autoorganización concluir : “con la lucha de los obreros de Malfi, la autonomía obrera ha salvado una nueva etapa en Italia”. La autonomía no se despliega, ni salva ninguna nueva etapa sino en la mente de estos militantes que se quedaron clavados a su ensueño de Mirafiori : una fábrica “caída en manos obreas”. ¿ Qué hubieran echo con ella ?
El colmo de lo patético ocurre con la conclusión del texto de Échanges a propósito de la hulga en Melfi. En esta parte se relata la declaración de Roberto Maroni, ministro italiano de Asuntos sociales, en une entrevista con Corriere della Sera. El ministro afirma: ”Cuando los sindicatos se comprometen frente al gobierno a poner fin a los bloqueos (se refiere a Melfi, pero también a las huelgas en Alitalia y en los transportes públicos, nota de Échanges) y que no lo logran, hay un problema de representatividad. El sistema actual corre el riesgo de no poder gestionar los conflictos”. Échanges comenta: “Prosiguió el ministro diciendo que era ya hora el implicar tambien las organizaciones autónomas en los acuerdos ya que eson las más presentes y más activas entre los trabajadores. Las palabras de Maroni son interesantes, no por su propuestas, sino porque demuestran que las formas de lucha autónomas y radicales surgen continuamente y plantean un problema para ciertos ámbitos del gobierno y de el Estado”. Las luchas de los trabajadores, seguro, plantean un problema, pero el discurso de Maroni es claramente sobre todo interesante por lo que propone, no sólo interesante, sino veraz. Maroni reconoce lo que tendría que alegrar el corazón de todo militante de la autonomía: las formas autonómas de luchas que se dan los obreros son representativas. Eso es “recuperación”, “manipulación” diran los ideólogos, pero no. Maroni es mucho más lúcido: el sindicalismo de luchas reivindicativas pasa por organizaciones autónomas, “hay que reconocer estas organizaciones como interlocutor” eso es lo que dice el ministro.
La capacidad de luchas de la que parecen hacer prueba los trabajadores italianos abre amplias perspectivas para el porvenir cuando, obligados por la situación y por el curso de las luchas, los trabajadores italianos y de otros paises se confrontarán con su propia situación de trabajadores que la autonomía formaliza hoy como forma avanzada del sindicalismo. La autonomía, tal como se manifestó realmente en Melfi se ha revelado incapaz, por su naturaleza misma, expresar el rechazo del trabajo tan presente en la lucha de estos obreros. Es ahora dentro de la autoorganización y de la autonomía, en contra suya, que se crea la dinámica de este ciclo de luchas, como un trecho en la lucha de clases en general y en la autoorganización en particular, como un trecho al interior mismo de la acción come clase.
La autoorganización de las luchas es un momento crucial de la superación revolucionaria de las luchas reivindicativas. Entablar la lucha de forma intransigente y extremada no puede ser el hecho de los sindicatos, sino de la autoorganización y de la autonomía obrera. Entablar, dentro de la autonomía obrera, la lucha reivindicativa sobre la base de intereses inconciliables, es efectuar un cambio de nivel de realidad social del modo de producción capitalista. La lucha reivindicativa no se situa ya al nivel del provecho y de todos los elementos del proceso de producción concurriendo tambien a su formación, sino al nivel del trabajo como productor de valor y por lo tanto de plusvalía.
La autoorganización formaliza en la lucha reivindicativa la irreconciabilidad de los intereses entre clase obrera y clase capitalista, por ello significa el momento necesario de la aparición de la pertencia de clase como coacción exterior y la forma de entablar, en contra esta autoorganización, la comunización de las relaciones entre indivíduos.
LUCHAS REIVINDICATIVAS/REVOLUCIÓN
Una ruptura
La autoorganización, como dinámica revolucionaria se ha vuelto obsoleta porque la relación entre luchas reivindicativas y revolución se ha hecho problemática. La autoorganización fue la forma más radical de una relación entre ambas (luchas/revolución) entendida como un transcrecimiento. Pannekoek decía que tras un largo periodo histórico de conflictos, la clase trabajadora pasaba a ser el poder dominante de la sociedad organizada en Asambleas, Negri decía que la historia del capital era la de la actividad de los trabajadores, y Georges Marchais (Secretario del Partido Comunista Francés en los años 1970) escribía el Programa Común de la Izquierda. Murieron los tres.
Una lucha revolucionaria parte de conflictos de intereses inmediatos entre proletarios y capitalistas y del índole inconciliable de estos intereses, está como anclada en estos conflictos, pero si los proletarios, obligados y forzados por su conflicto con la clase capitalista, no levantan el ancla, su lucha seguira siendo una lucha reiveindicativa e irá, como lucha reivindicativa, hacia la victoria, o desdichadamente, más a menudo hacia la derrota. Por lo contrario, si atacan las relaciones mercantes, apoderándose de los bienes y medios de producción, integrando a la producción comunitaria quienes el trabajo asalariado no es capaz de integrar, desarollando la gratuidad, rompiendo el marco de la fábrica como origen de los productos, superando la división del trabajo, aboliendo toda esfera autónoma, y en primer lugar la economía, disolviendo su autonomía para integrar a la relaciones no mercantes que se imponen a todos los sin reservas y gran parte de las clases medias que el movimiento del proletariado va reduciendo a la miseria, en este caso es su propia existencia pasada y su asociación como clase que superan, y, obviamente, sus reivindicaciones económicas. No se puede luchar en contra las relaciones mercantes y la “dictadura del valor” si no se emprende la comunización.
Defender la sacrosanta Autonomía del proletariado, significa encerrarse dentro de las categorías del modo de producción capitalista, y por lo tanto impedirse pensar que el contenido de la revolución comunista significa la abolición del proletariado no por simple équivalencia lógica (abolición de las relaciones capitalistas implica por definición la del proletariado), sino por prácticas revolucionarias precisas. El proletariado rechaza las relaciones mercantes, el valor y todas las relaciones del modo de producción en la guerra que lo opone al capital, estas son su armas determinantes, integra mediante medidas de comunización la mayoría de los sin reservas, de los excluidos, de las clases medias y de la masas campesinas del tercer mundo ( se podría meditar sobre las luchas en Argentina, no en defensa de cualquier interclasismo, sino de la abolición de las clases).
La inoxidable “autonomía de las luchas” como facultad de pasar de la lucha reivindicativa a la lucha revolucionaria es una construcción que no se interesa por el contenido de este pasaje, es una mirada formal de la lucha de clases. Si deja de lado el contenido del pasaje, es que la autonomía prohibe entender este pasaje como ruptura, salto cualitativo. El “pasaje” no es sino una afirmación y una revelación del verdadero índole de lo que ya existe: el proletariado tal como es en el capital triunfa con la revolución, transformándose en polo absoluto de la sociedad. El “salto” no es sino una simple formalidad. Obviamente cuando el proletariado se autoorganiza rompe con su situación anterior, pero si esa ruptura no es sino su “liberación”, la reorganización de lo que es, de su actividad sin el capital, y no la destrucción de la situación previa, si sólo se autoorganiza, si no supera esta fase, su derrota está asegurada.
Suponer que toda lucha sobre el sueldo contiene un rechazo del salariado, es suponer estos dos elementos como existentes uno dentro del otro, y no el segundo término como superación contradictoria del primero. Esta manera de ver sólo puede desembocar hoy al democratismo radical. Cincuenta años atrás era posible pensar así y desembocar al Poder de las Asambleas o al Socialismo Real. El ciudadanismo , el altermundialismo, o mejor dicho el democratismo radical es sin duda ninguna el proyecto de finalización de las luchas reivindicativas, y por sí mismas no pueden tener otro proyecto. La evolución de la jornada laboral tendría que conllevar la emancipación en el tiempo libre; la alocación universal tendría que ir progresivamente hacia la actividad benéfica al indivíduo como a la sociedad, significando la abolición de la explotación en el seno del salariado; la reivindicación laboral se transformaría en repartición de la riqueza; la crítica de la mundialización y de la financiarización se adelantaría en relación a lo que mundializa ( el capital ), el liberalismo y la mundialización serían la explotación. Quienes hayan participado, o “seguido” a las recientes luchas bien saben que este es el idioma suyo, y no únicamente en “los servicios públicos”.
Nadie negará que la lucha revolucionaria se engrana en la lucha reivindicativa y resulta hasta producida por aquella. La cuestión es la del índole de este pasaje. El único contenido “hondamendente anticapitalista” que pueda tener una lucha que se opone a la lógica capitalista consiste en atacar las relaciones capitalistas de producción, lo que significa para el proletariado atacar su propia existencia, la reproducción de la explotación y de las clases. Una lucha reivindicativa que ataque todo esto ya no sigue siendo una lucha reivindicativa, a no ser que por lucha revolucionaria se entienda la toma del poder por el proletariado sobre la sociedad, el proletariado pasando a ser entonces clase dominante.
La cuestión de la unidad de clase
El proletariado no ha desaparecido, tampoco se ha transformado en pura negatividad, sin embargo la explotación no mueve una figura social homógena, central y dominante, de la clase obrera, capaz de la consciencia de sí misma como sujeto social, en el sentido que se suele entender esto, o sea capaz de la consciencia de sí misma como relación a sí misma, frente al capital.
Integrada a otra totalidad, perdida su centralidad como principio organizador del conjunto del proceso laboral, la gran fábrica de las muchedumbres obreras no ha desaparecido, sin embargo no representa ya el principio organizador de los procesos de producción y de valorización, mucho más difusos. Se ha vuelto un elemento de un principio organizador que le escapa. En la contradicción entre proletariado y capital, no existe ya cualquier cosa sociológicamente dada a priori, como podía ser “el obreo masa”de la gran fábrica. El índole difuso, segmentado, fragmentado, corporativo de los conflictos, es el resultado necesario de una contradicción entre las clases que se situa al nivel de la reproducción del capital. No se trata de una suma de elementos yuxtapuestos, sino de una difusión producida partiendo de una modalidad histórica de la contradicción entre proletariado y capital, que algún conflicto particular, por sus características, por las condiciones en las que estalla y se desarolla, por el período en el que aparece, puede encontrarse en situación de polarizar el conjunto de esta conflictualidad que hasta entonces parecía ser irreductiblemente diversa y difusa.
Para unirse, los obreros deben de quebrar la relación por la cual el capital los “ajunta”, y uno de los índices más corrientes de que sus luchas superan el marco reivindicativo y que los obreros empienzan a unirse para sí mismos, o sea de que empiezan a atacar su propia condición, es que subvierten y desvían los marcos productivos, urbanos, geográficos, sociales de su “ unidad” para el capital, como en La Pointe de Givet (Ardenas francesas), o más tarde en Argentina. No se puede desear de manera simultánea la unidad del proletariado y la revolución comunista, o sea esta unidad como prealable a la revolución, una condición de esta. No habrá unidad del proletariado sino en la comunización, que atacando el intercambio, el salariado, unificará el proletariado, o sea que no habrá unidad del proletariado sino en el movimiento de su misma abolición. Los hagiógrafos de las luchas reivindicativas hablan de “unidad” en el aire, sin en absoluto poder precisar la forma concreta que reviste, sino como unidad formal de lo político o de las formas organizacionales que vienen a encabezar lo que está divido y así lo permanece en la lucha reivindicativa. Esta unidad resulta siempre lo que hay que añadir a las luchas.
Los obreros se forjan como clase revolucionaria revolucionando las relaciones sociales, o sea todo lo que son dentro de las categorías del intercambio y del salariado. En las luchas salariales, no ven aparecer ni “fuerzas”, ni “proyecto”, sino la imposibilidad de unificarse sin atacar su propia existencia come clase en la división del trabajo y todas las divisiones del salariado y del intercambio, sin cuestionarse como clase, sin entablar una práctica revolucionaria. La única unificación del proletariado es la que se realiza con su abolición, o sea en la unificación de la humanidad. Unas medidas comunizadoras partiendo de “cualquier” punto ( seguramente de manera casi simultánea de una multitud de puntos) del planeta capitalista tendrán este efecto de unificación rápida o serán aplastadas.
Arropado de autoorganización y de autonomía se puede decir lo que sea: que las huelgas “son revolucionarias”, que lo son “potencialmente”, que tienen “algo “revolucionario, que conllevan “ en ciernes” la revolución, etc.
Todo esto tiene una sola funcción: desconocer el salto, la negación, la ruptura y procurar no criticar las luchas salariales. Lo que conduce a una concepción gradualista y mecanicista del pasaje de la luchas reivindicativas a las revolucionarias y a un abandono de la clase como sujeto de su actividad comunista entrando en conflicto con su situación previa. Marx, como todos los revolucionarios, veia un salto, una negación, sin embargo a diferencia de hoy, la asociación permanente permitía plantear la posibilidad de una continuidad organizada de un fase a otro. En la época actual, los militantes de la autonomía buscan en la defensa del precio de la fuerza de trabajo, o en formas de lucha “algo”, “ciernes”, “potencialidades revolucionarias”. En esta espera de la dinámica de las luchas reivindicativas, una lucha tendría que generar por sí misma a otra lucha. Sin embargo las luchas son tan sólo momentos de la actividad de los proletarios que superan y niegan, no son fenómenos que se encadenan gradualmente, una lucha conllevando así en ciernes a otra lucha. En pocas palabras, el vínculo entre las “luchas”, es el sujeto que transformándose lo realiza de manera negativa. Este vÍnculo no es evolutivo.
En el transcurso de las luchas, el sujeto que era él de la autonomía se transforma y abandona su vieja ropa para reconocerse como existente únicamente en la existencia del capital, exactamente al revés de la autonomía y de la autoorganización, que por naturaleza, no tienen otro sentido sino él de liberación del proletariado, su afirmación, y porqué no, -para los nostálgicos-, su dictadura. Puede hablarse de “dinámica” de las luchas pero callando entonces la autotransformación del sujeto, cerrando los ojos sobre el hecho de que en esta “dinámica” lo que queda abolido es el sujeto que se autoorganizaba y que esta “dinámica” no existe sino aboliendo el sujeto que se autoorganizaba. Cuando el proletariado se autoorganiza, lo hace únicamente partiendo de lo que es dentro de las categorías del capital. No se trata de una condena normativa de la autoorganización, sino de la afirmación que la revolución no es una dinámica que cabe en esta autoorganización y que tan sólo pide surgir.
Hay cambio cualitativo cuando los obreros se unen en contra de su condición de asalariados, cuando integran los sin reservas, cuando desbaratan los mecanismos mercantes, y no cuando una huelga se “transforma “en “oposición” al poder. No es una cuestión de definición de la autoorganización o de la autonomía, se trata de un proceso social, un proceso de ruptura dentro de la lucha de clases, la autotransformación de un sujeto aboliendo lo que lo define. Quienes hablan sin parar de dínamica de las luchas pasan por completo al lado de este momento esencial: el proletariado como sujeto de la revolución se abole como sujeto de la autonomía.
Los paladines de la dínamica de las luchas pretenden que los obreros, que se topan más y más en sus luchas reivindicativas al capital y al Estado en su totalidad, se dan cuenta que para lograr la satisfacción de sus reivindicaciones, deben izarse a unas formas de lucha cualitativamente superiores. Tienen que darse los medios políticos u organizacionales de sus reivindicaciones. Una vez y otra, se recae en la misma distorsión: el fin es idéntico, sólo los medios diferan. Toda práctica apunta cierta meta y emplea los medios adecuados a esta meta. Que cambie la práctica entonces cambia la meta. El fin no es exterior a los medios, es su resultante. No estamos interesados en la violencia, en los “medios”, o en las “asambleas” en sí mismos. Lo que nos interesa es : ¿ porqué los obreros se afrentan al Estado ? ¿ Por “intereses” categoriales o nacionales ? ¿ Para echar los inmigrantes fuera ? ¿ En contra de los Americános ? ¿ O porque el Estado se erige como defensor de las relaciones mercantes y por consiguiente de todas las divisiones categoriales, nacionales, “reivindicativas” en contra el movimiento comunista suyo ?
EL ANUNCIO
De las luchas reivindicativas a la revolución, sólo puede haber ruptura, salto cualitativo, sin embargo esta ruptura no es un milagro, tampoco significa el simple constato por parte del proletariado que no habría otra solución sino la revolución frente al fracaso de todo lo demás. “Única solución, la revolución” es el lema inepto simétrico de la dinámica revolucionaria de la lucha reivindicativa. Esta ruptura está producida positivamente por el desarrollo del previo ciclo de luchas y puede decirse que pertenece aún a aquel. Esta ruptura se anuncia en la multiplicación de trechos en la lucha de clases entre de una parte, el cuestionamiento por parte del proletariado de su propia existencia como clase en su contradicción con el capital, y de otra parte, la reproducción del capital que implica el hecho mismo de ser una clase. Este trecho es la dinámica del presente ciclo de luchas, esta dinámica existe de forma empíricamente comprobable.
Apuntamos ciertos aspectos del movimiento social argentino que, partiendo de la defensa de la condición proletariana y dentro de esa defensa, fueron hasta su cuestionamento; o de las luchas “suicidas”; de la exterioridad en relación a las luchas en Kabylia (Argelia) de su autoorganización en los aarchs; de las prácticas de la “juventud rebelde” dentro de las fábricas; de los colectivos; de la ruina de la autonomía; de los parados reivindicando la inesencialización del trabajo; de todas las prácticas en las luchas que producen la unidad de clase como unidad exterior y coacción objetiva; del Movimiento de Acción Directa; de la insatisfacción en contra suya contenida en la autoorganización tal como realmente existente puesto que no se opone al capital sino ratificando la existencia del proletariado como clase del modo de producción capitalista.
Dos puntos abarcan lo esencial del ciclo de luchas actuales:
° La desaparición de una identidad obrera confirmada en la reproducción del capital, es el final del movimiento obrero y la ruina corolaria de la autoorganización y de la autonomía como perspectivas revolucionarias
° con la reestructuración del modo de producción capitalista, la contradicción entre las clases se traba al nivel de su reproducción respectiva. En su contradicción con el capital, el proletariado cuestiona a su propia existencia.
Las luchas reivindicativas han adquirido unas características impensables treinta años atrás.
En las huelgas de diciembre del 95 en Francia, en la lucha de los indocumentados, de los parados, de los dockers de Liverpool, de Cellatex, de Alstom, de Lu, de Marks y Spencer, en el levantamiento social argentino, en la insurrección argelina, etc., una u otra característica de la lucha aparece, en el curso mismo de la lucha, como límite puesto que esta característica específica (servicio público, demanda de trabajo, défensa de la herramienta de trabajo, rechazo de la delocalización, de la gestión únicamente financiaria, recuperación de las fábricas, autoorganización etc.) en contra la cual el movimiento topa a menudo en las tensiones y afrentamientos internos de su retroceso, se resuelve siempre al hecho de ser una clase y de permanecerlo.
No se trata, a menudo, de declariones estrepitosas o de acciones “radicales”, sino de unas prácticas de “fuga” o de denegación de los proletarios hacia su propia condición. En las luchas suicidas de la Cellatex, en la huelga de Vilvoorde, como en tantas otras estalla el que el proletariado no es nada separado del capital y que no puede permanecer como este nada, pues el echo que exija su reunión con el capital no suprime este abismo abierto por la lucha, el reconocimiento y el rechazo por parte del proletariado de él mismo como este abismo. Es que la inesencialización del trabajo se vuelve actividad misma del proletariado, tanto de manera trágica en sus luchas desprovistas de perspectivas inmediatas (suicidas) y sus actividades autodestructoras, o como reivindación de esta inesencialización como en las luchas de los precarios del invierno de 1998. Cuando, como en el caso de la huelga de la Fiat en Melfi, o en la de los obreros del transporte siempre en Italia, aparece que autonomía y autoorganización no son sino la perspectiva de nada, ahí se constituye la dinámica del presente ciclo y que se prepara la superación de la lucha reivindicativa partiendo de la lucha reivindicativa. El proletariado está frente a su propia definición autonomizándose respecto a él, y volviéndose extranjera. Las práticas autoorganizacionales y su futuro son un claro índice de lo expuesto.
La multiplicación de los colectivos y la recurrencia de huelgas intermitentes ( primavera 2003 en Francia, Correos en Inglaterra ), vuelven palpable, por demarcarse, que la unidad de la clase es una objetivación en el capital. No se trata pues analisar a estos fenómemos a través unos prismáticos normativos que no ven sólo como inconcluso del proyecto suyo de unificación de la clase prealable a su afirmación. En estas luchas, se anuncia la exteriorización de la pertenencia de clase como característica actual, presente de la lucha de clase. Para todos estos movimientos, entender la segmentación como debilidad que se tendría que superar en la unidad, equivale a plantearse una cuestión formal y contestar de una manera igualmente formal. La difusión de estos movimienyos, su diversidad, su discontinuidad constituyen su interés y su dinámica propia. “Ir más lejos”, no es suprimir la segmentación en la unidad, o sea una respuesta formal tal vez ya caduca, no se trata de perder la segmentación, las diferencias. “Ir más lejos”, significa en otras circunstancias, la contradicción entre esas luchas de clases en su diversidad y la unidad de la la clase objetivada en el capital. No se trata pues afirmar cuanto más divida la clase mejor, sino que la generalización de un movimiento de huelga no es sinónimo de su unidad, o sea de la superación de unas diferencias consideradas como puramente accidentales y formales. De trata ahora de empezar a entender lo que se juega en esos movimientos difusos, segmentados y discontínuos: la creación de una distancia con esta unidad “substencial” objetivada en el capital. Esta diversidad extrema conservada y aun profundizada en el seno de un movimiento más amplio y general en contradicción con el capital y esa unidad objetiva que representa, pueden ser una condición de la articulación entre luchas reivindicativas y comunización. Estos hechos incontornables constituyen una determinación de la lucha de clases. La unidad de la clase no puede ya constituirse sobre la base del salariado y de la lucha reivindicativa, como prealable a su actividad revolucionaria. La unidad del proletariado no puede ser sino la actividad en la cual se abole, aboliendo todo lo que lo divide Una fracción del proletariado, superando el índole reivindicativo de su lucha, emprenderá medidas de comunización y comenzará entonces la unificación del proletariado que no será sino la de la humadidad, o sea de su creación como conjunto de relaciones que los indivíduos mantienen entre sí en su singularidad.
Poner el paro y la precaridad en el corazón de la relación salarial; definir al clandestino como la situación general de la fuerza de trabajo; poner – como en el Movimiento de Acción Directa (MAD) – la inmediación social del indivíduo como fundamento, ya existente, de la oposición al capital; encabezar luchas suicidas como la de Cellatex y otras de la primavera y verano del 2000 (Metaleurop -con reservas-, Adelshoffen, la Société Française Industrielle de Contrôle et d’Equipements, Bertrand Faure, Mossley, Bata, Moulinex, Daewoo-Orion, ACT-ex Bull-…); despedir la unidad de la clase a una objetividad constituida en el capital, son para cada una de estas luchas contenidos que construyen la dinámica de este ciclo al interior y en el curso de esas luchas. En la mayoría de las luchas actuales aparece la dinámica revolucionaria de este ciclo de luchas que consiste en producir su propia existencia como clase en el capital y por ello de cuestionarse como clase (no más relación a sí misma), esta dinámica tiene su lÍmite intrÍnseca en lo que la define ella misma como dinámica: actuar como clase. Nuestra teoría acecha y promueve este trecho, que dentro de la lucha del proletariado es su propio cuestionamiento y, que prácticamente, también protagonizamos cuando estamos directamente implicados. Existimos en esta ruptura.
Desarollaremos pues algunos de estos temas partiendo de unas luchas recientes.
Los colectivos
La oleada de fondo que constituye, en toda lucha de alguna importancia y duración, la creación de “colectivos” que no relevan ya de la autoorganización o de la autonomía significa el desaparecer de la identidad obrera. Los “colectivos” no son como en el caso de la autonomía una mejor organización/existencia de clase, tampoco sus formas representativas institucionalizadas a las que abandona lo suyo, (dejar a los sindicatos lo suyo), sino la creación de una distancia con esas formas que tiene como contenido una distancia de la clase a sí misma. Una distancia establecida en contra una unidad de clase existiendo como algo objetivo en la reproducción del capital. Los nostálgicos del Gran Partido y de la unidad de los gruesos batallones de la clase obrera se mecen de ilusiones cuando consideran que esta segmentación está pasivamente sufrida, ya que se trata a menudo de una segmentación deseada, construida y reivindicada. La naturaleza de la segmentación y de los colectivos, constituyen en la lucha de clases una actividad de extraneaización por parte del proletariado de su misma definición como clase. ¿Comó podrá construirse, en un movimiento general de lucha de clases, una “unidad” que no sea tal sino una interactividad ? No lo sabemos…sin embargo la lucha de clases nos ha siempre demostrado su infinita inventividad. El que las características del nuevo ciclo de luchas nos sean reveladas sólo conforme la lucha cotidiana y corriente es un punto que consideramos extremadamente positivo.
Actividades que producen la objetivación de la existencia y de la unidad de la clase.
Esta unidad de la clase, aún como huelga general, en la visión ‘clásica’, ha entrado en la era de la sospecha. Cuando los huelguistas de la primavera del 2003, en Francia, llamaron a la huelga general, no demandaron a los sindicatos lo que no hacían y hubieran querido hacer, reclamaban a los sindicatos otra cosa que lo que estaban haciendo. He aquí un movimiento ‘básico’, ‘espontáneo’, ‘autoorganizado’ que no ve salvación sino en una huelga general exigida a unos sindicatos de los que se demarca siempre más. No se trata necesariamente de una contradicción ( de todo modo fue así que occurieron las cosas) sin embargo es dificil presentar la llamada a los sindicatos para que convoquen la huelga general como una simple continuación de los movimientos de huelgas. Extrañamente, ese movimiento no llama a la huelga general cuando tiene el viento en popa, sino cuando esta en su déclive, lo que ilumina la naturaleza de la huelga general con extraña luz. Lo que domina entonces a los huelguistas es su propia acción, lo que no se daba quince días antes cuando esta acción era el fluir contínuo del tiempo de la actividad y de la oposición mediante la cual la clase existe a sí misma como distinción en relación a su unidad y a su existencia objetivadas en la reproducción del capital. La unidad de la clase sigue existiendo, es una unidad objetiva en la reproducción del capital, lanzar una llamada a los sindicatos era pues reconocer esta unidad al nivel donde existe, como una hipóstasis.
Juventud rebelde
Se trata aquí del rechazo por parte de fracciones importantes de la juventud obrera de todo orden del sistema productivo capitalista. Este rechazo no da ya presa a la seducciones o a las sanciones de la integración, ni tampoco a las construcciones ideológicas del tipo autogestión. Tal situación no tiene nada que ver con lo que occurido a lo largo de los años 1970 en UUEE o en Europa.
Las” víctimas colaterales” de los “rebeldes” son las fábulas sobre la cooperación veinculando los trabajadores entre sí (por sí mismos) marchapie de la autorganización y de la autonomía revolucionaria.
Argentina/ una lucha de clase en contra la autonomía
Uno puede interrogarse sobre la “autogestión de la miseria” pasando entonces al lado de la cuestión principal que es la natura misma de la autogestión, de la autoorganización y de la autonomía. Es igualmente fácil decir que no hay autogestión que valga dentro de un sistema capitalista, pero la autogestión generalizada aún aboliendo Estado y dominación capitalista no sería sino gestión de empresas (de todas las empresas) y su iliación, de sus intercambios. Haría sin duda ninguna renacer el valor y el Estado. La gran temporada de la automía de las luchas en Argentina, al final de los años sesenta y comienzo de los setenta se ha acabado, no sólo porque factualmente en se dan luchas similares, sino por las mismas transformaciones del modo de explotación, de la composición de la clase obrera, de las modalidades de su reproducción. El “Rodrigazo” de 1975 con sus asambleas de sectores, aparece como el canto del cisne de aquel tiempo y de aquella época de la lucha de clases. Ya durante este periodo, la autonomía suele sólo desembocar a la formulación de programas de nacionalizaciones y de planificaciones o a un rebrote sindical. Ahora, para todos los militantes de la autonomía, lo importante es la denegación de la autonomía realmente existente porque estan encerrados en una contradicción insuperable: por un lado, la autonomía y la autoorganización son la vía de la revolución en marcha o de la revolución siempre potencial; por el otro lado, las manifestaciones actuales de la autonomía y de la autoorganización son de forma masiva y recurente la confirmación de la clase como clase del modo de producción capitalista. “Hemos hecho el trabajo de los partidos políticos, de las ONG, del gobierno” dicen los movimientos autónomos argentinos. La única perspectiva que se abre es todo lo que va en contra de esa autonomía. Uno puede ser un purista de la autonomía o de la autoorganización, sin embargo la autoorganización son las empresas autogestionadas por los mismos trabajadores y la gestión por los mismos movimientos piqueteros de los planes trabajar (horas de trabajopueden efectuarse entonces en el seno de los movimientos). Desde que las organizaciones piqueteras han tenido el derecho de gestionar ellas mismas las prestaciones (planes trabajar), su atribución se ha vuelto un verdadero envite, no sólo frente a los gobernantes, sino también entre diversos grupos.
No se puede utilizar el argumento de la distribución de los Planes trabajar para afirmar que los movimientos de piqueteros ya no son autónomos y autoorganizados. Si es importante insistir en esta característica autonóma y autoorganizada de los movimientos, es para ilustrar que lo que adviene de estos no es degeneración, institucionalización, o esclerósis de la autoorganización y de la autonomía, sino la más clara manifestación, la verdad, ni buena, ni mala de lo que son hoy: un rechazo de lo que uno es en la sociedad actual que significa sólo su “liberación”.
Los pocos casos de occupación de empresa con reanudación de la producción y llamada a la intervención del Estado son el verdadero contenido actual de la autonomía ( la autonomía de la clase trabajadora es el trabajo y el valor ). Puedese muy bien imaginar todas las fábricas recuperadas, no cambiaría nada al asunto. Mientras los trabajadores se autoorganizan como trabajadores ( y la autoorganización, por definición puede ser sólo eso) las “ fábricas recuperadas” serán fábricas capitalistas, sea quien sea quien mande. Lo que esencialmente sucedió en Argentina fue que todas la formas de autoorganización, de autonomía, de recuperación, de asambleas han encontrado enseguida sus límites tomando la forma de una oposición y de una contradicción interna que los trata como perpetuación de la sociedad capitalista. Abolir el capital significa por eso mismo negarse como trabajadores y no autoorganizarse como tales , signifa un movimiento de abolición de las empresas, de las fábricas, del intercambio (cual sea su forma). El proletariado como clase y como sujeto de la revolución se niega como tal en la abolición del capital. El proceso revolucionario es el de la abolición de todo lo que es autoorganizable. La autoorganización es el primer acto de la revolución, los siguientes irán en contra suya.
El contenido de este cuestionamiento de la autoorganización al interior mismo de la autoorganización se articula de manera consciente en las luchas de Argentina alrededor de dos temáticas: la subjetividad y el trabajo.
En el interior mismo de los proyectos productivos autoorganizados, la insistencia en la subjetividad y la interindividualidad se oponen a la particularización de una actividad como el trabajo que es la coincidencia del carácter social e individual de la actividad humana fuera de ella misma y se oponen a la atomización de las condiciones de la producción como economía. El modo de producción capitalista es un modo no sólo porque debe pasar por la producción material en sí misma, sino porque las relaciones sociales no pueden reproducirse sino pasando por una norma, un principio que sólo puede existir objetivamente: el valor.
El comunismo no es un modo de producción porque las actividades no se refieren a una norma común exterior que no puede existir sino objetivándose como producción. En el comunismo, todas las relaciones entre indivíduos son relaciones cuyas singularidades constituyen la realidad de las relaciones. Es igualmente absurdo ver en el comunismo una organización de la producción, que concebirlo como una pura relación intersubjetiva en la cual producir sería de poca importancia. Cada actividad es su propia fin porque no existe norma, no hay ningún principio de igualización o de situación que deba reproducirse.
Lo que más nos importa en las luchas sociales de Argentina es lo que ha sido despreciado por los apologosistas de la autoorganización, no como lo pretenden porque en las actividades productivas la autonomía se ha perdido con su institucionalización y su esclerósis, “facilitando la reproducción de una economía en crisis” (Échanges), sino porque es ahí donde realmente se encuentra y donde está cuestionada. En las modalidades efectivas de las actividades productivas, la revolución, como comunización es credible porque entra en contradicción con la autoorganización por la manera de poner en obra esas actividades productivas y en los conflictos mismos que tienen la autoorganización como invite.
En las luchas sociales de Argentina, en las actividades productivas que se desarollaron ahí, pasó una cosa desconcertante a primera vista: la autonomía ha aparecido por lo que es, el hacerse cargo y la reproducción por la clase obrera de su situación en el capital, los pro de la autonomía “revolucionaria “ contestarán que esto sucede porque la autonomía no ha triunfado, mientras este es su mismo triunfo. Pero en el mismo momento que , en las actividades productivas, la autonomía aparece por lo que es, todo lo que contituye la base de la autonomía y de la autoorganización que estaba trastornándose: el proletariado no puede ya encontrar en el mismo la capacidad de crear otras relaciones intersubjetivas (no utilizamos, a propósito, “relaciones sociales”), sin derribar y negar todo lo que es en esta sociedad, dicho de otra manera: sin entrar en contradicción con el contenido de su autonomía. Por la manera de poner en obra esas actividades productivas, en las modalidades efectivas de su realización, son las determinaciones del proletariado como clase de esta sociedad que han sido efectivamente trastornadas: propriedad, intercambio, división del trabajo, y sobre todo, el trabajo sí mismo.
“Si creamos cantinas sólo para que los compañeros coman, entonces somos unos atontados. Si uno cree que producir verduras en una finca quiere decir simplemente cosechar para que los compañeros coman, entonces somos aún más tontos… Si no se sabe, a partir de la finca y de todo lo que el Estado nos tira encima, ser los constructores de nuevas relaciones sociales, de nuevos valores, de una nueva subjetividad, no estaríamos apostando sobre otro 19/20.” un militante del MTD Allen -Sur de Argentina-, Macache, p.27). Queremos “generar una nueva subjetividad, nuevos valores”(ibid.). Por otra parte en una entrevista de un activista del MTD Solano, amanece que la meta de todas las actividades no es únicamente la de sobrevivir, sino que se da como razón primera de existir “desarollar nuevas formas de vida en común”: división del trabajo; rotación de las tareas;hierarquía;relaciones hombres -mujeres; formas de aprendizaje; relaciones privado/público; trabajo simple-trabajo calificado; superar las relaciones de intercambio, etc…Punto esencial es por ejemplo, en el MTD Solano, el rechazo (en la medida de lo posible) de tomar decisiones por vía de voto: “…la idea es encontrar una respuesta en la que cada uno se reconozca.” Aquí la cuestión del “nosotros” y del “yo” está tratada de una manera nueva. Sin ir hasta hablar de inmediación social del indivíduo,lo que se pone en relieve en este planteamiento es, fuera de toda relación mística entre el uno y lo general, la inseparabilidad entre los dos que mantiene su diversidad. “Cuando se vota, da la impresión de que unos son vencendores y otros vencidos, como si hubiera dos grupos.”. También se debe insistir otra vez acerca de la importancia de la organización terriorial ya que esta cuestiona a la autoorganización como encerramiento dentro de una situación particular (la unidad terriorial no es socialmente homogénea). La fábrica recuperada ya no esta sola, se integra en una totalidad. Producción, distribución plantean una serie de problemas que no pueden encontrar solución en el marco de las categorías que definen estrictamente la condición proletaria y su reproducción. Un activista del MTD Allen (Macache) comenta como en una fábrica recuperada se plantea el problema del excedente, del sobrante, de su distribución, como para las obreras de Bruckman recuperar la fábrica y ponerla en marcha se inscribe en unas relaciones de fuerza que incluye su vínculo con los movimientos de piqueteros desocupados. Puede pensarse entonces que lo falta es la “generalización de la autoorganización” o de la autonomía. Pero no se entiende que la dicha “generalización” no lo es, se trata de una destrucción de la clase como sujeto que se autoorganiza. Esta generalización es una superación por el mismo sujeto que encontraba en su situación la capacidad de autoorganizarse. No entender esta “dinámica” como ruptura, es quedarse en una visión de un movimiento puramente formal puesto que su contenido escapa, se confunde la toma en mano de sus condiciones de sobrevivienza y la abolición de la situación que ha llevado a la toma en mano. Si el proletariado se abole, no se autoorganiza. Llamar el conjunto del movimiento autoorganización, es quedarse ciego a su contenido.
Se autoorganizan como parados de Mosconi, obreras de Bruckman, vecinos de los suburbios…, pero autoorganizándose se enfrenta uno inmediatamente a lo que uno es y que, en la lucha, se vuelve lo que hay que superar. La autoorganización como límite general por superar aparece en los conflictos entre sectores autoorganizados. Lo que apunta en esos conflictos es que los trabajadores défendiendo su presente condición permanecen dentro de las categorías del modo de producción capitalista que los definen. La unificación es imposible sin ser precisamente la abolición de la autoorganización, sin que el parado, el obrero de Zanon, el okupa no puedan ya ser parado, obrero de Zanon, okupa. Sea hay unificación, pero entonces hay abolición de lo autoorganizable, sea autoorganización, pero entonces la unificación es un ensueño que se pierde en los conflictos que la diversidad de situaciones implica (por ejemplo, las oposiciones entre los “comités de vecinos” de EL Alto y las asociaciones de Santa Cruz en torno de la nacionalización del gas y de los hidrocarburos).
En Argentina, la autoorganización no se superó, no puede serlo sino en la fase terminal de una insurección comunizadora. Las luchas sociales en Argentina anunciaron esa superación. Cuando se hace manifiesto que no puede ya tener la autonomía como contenido y proyecto realizable o ya en curso de realización, la autoorganización se transforma en un encerramientoen su propia condición que es precisamente lo que la lucha contra el capital obliga a superar. La lucha de clase permanece encerrada en la simple expresión de la situación de clase. En el curso de la defensa encarnizada de sus intereses más inmediatos, la existencia de la clase se vuelve una coacción exteriorizada dentro del capital. En defensa de sus intereses inmediatos, el proletariado está llevado a abolirse porque su actividad en la “fábrica recuperada” ya no puede encerrarse en la “fábrica recuperada”,tampoco en la yuxtaposición, ni en la coordinación, la unidad de las “fábricas recuperadas”, ni de todo lo autoorganizable (véase en Macache el relato de una obrera de Bruckman).
Esto significa simplemente que el proletariado no puede luchar contra el capital sin cuestionar todas las determinaciones que lo definen sí mismo en su implicación con el capital. Es lo que se vio apuntar en la contradicción interna de los proyectos productivos (autoorganización de la clase cuyas modalidades efectivas descomponen todas la determinaciones definitorias de la clase) como en los conflictos entre estructuras autoorganizadas.
Argelia : “ Cuando me hablan de los Aarouchs, tengo la impresión que me hablan de algo ajeno a mi”.
El estallido social insureccional de Kabilia de la primavera 2001 ilustra tambien la insatisfacción suscitada por la autoorganización a penas establecida, no por insuficiencias conyuncturales sino por su naturaleza misma que es el confirmar la existencia del proletariado definido dentro de las categorías del modo de producción capitalista. Esta insatisfacción
del movimiento insureccional frente a las formas autoorganizacionales, que este movimiento se da sí mismo un tiempo se focaliza sobre dos puntos: la extensión del movimiento; la cuestión de las reivindaciones. En esta insatisfacción y los dos puntos sobre los que se focaliza, lo que existe es el trecho, en la lucha de clases, entre la existencia de la clase tal como formalizada en la autoorganización y su cuestionamento al que la continuación y el ahondamiento de su contradicción con el capital acarrea. En la continuación y el ahondamiento, la insurección kabila, en ausencia de medidas de comunización, fue condenada a un escape sin objetivos formalizables y/o volver a su existencia reconocida por sí misma, es decir reconocida por y para el capital, o sea por ende las negociaciones mediante sus formas autoorganizadas. Los disturbios no logran encontrar ninguna perspectiva reiveindicativa, o de una tal generalidad (fin de la hogra) que pudiera imponerse. Las revueltas pueden transformarse en confrontaciones (más o menos manipuladas por la policía cuando las grandes manifestaciones en Argel de junio 2001) entre bandos rivales de manifestantes saqueadores, muestra de la imposibilidad de la unificación de la clase fuera de la actividad revolucionaria de autoabolición de la clase.
Los aarchs jugaron dos papeles contradictorios, a la vez expresión del movimiento, es su forma de organización, su sitio de débates, de palabra; tambien es una nueva representación emergente: un substituto de los partidos, una nueva representación política que enmarca la revuelta. Por ende, los aarchs han revelado ser rápidamente no un espacio de ancha expresión para la población, sino un palenque para políticos nuevos o antiguos.
Desde el momento en que el movimiento insureccional argelino de Kabylia, a pesar or por su gran violencia, se limitó al ataque de todas las instituciones del Estado, pero dejando intactas, porque tal no era su objetivo y porque careciendo de los medios suficientes para atacarlas, a todas la relaciones de producción, intercambio y distribución ( a pesar de algunas modificaciones marginales por solidaridad o ayuda mutua como sucede en todos los periodos de trastorno del cuadro social habitual ), esta insurección tenía que autoorganizarse. Su autoorganización era la muestra que no podía superar las relaciones sociales imperantes, que apuntaba sólo a una meta limitada: liberar la sociedad de un Estado “corrupto” y “corruptor” (un Estado no-libre) según los términos que aparecen desde el comienzo de la insurección. De su misma limitación surgen las formas autoorganizacionales que se da, i.e. formas de autoorganización.
La continuación después de junio de 2001 de ataques contra las instituciones del Estado y la necesidad de violencia en estos afrentamientos implican tanto confrontaciones contra el Estado argelino como rechazo del movimiento autoorganizado de los aarchs. Es la propia existencia como clase formalizada por la autoorganización como una existencia en y por el capital que en su lucha, el proletariado no reconoce ya como suya.. Su existencia como clase se autonomiza de él. Parodiando Marx en Las Luchas de clases en Francia (Luttes de classes en France): sólo cuando es capaz de hacer surgir de su propio movimiento una autoorganización compacta, potente, creando así un adversario y combatiéndolo, sólo entonces el partido de la subversión puede ser finalmente un partido realmente revolucionario.
Eso no va sin organización, cuando los proletarios asumen diversas necesidades que se imponen en el desarrollo de la lucha: bloqueos de carreteras, asalto de cuarteles de “gendarmerias”, coacción sobre los tenderos para que estos no abastescan las fuerzas de seguridad, reapropriación directa de las mercancías necesarias con el pillage o control de los depósitos de mercancías…Esta organización no es ninguna formalización de lo que uno es en la sociedad actual como base o punto de aferramiento de la nueva sociedad por construir como liberación de lo que uno es, o sea que no es autorganización, no formaliza la existencia de ningún sujeto prealable, la situación de proletarios no es ya más nada a organizar, defender y liberar, pero algo que se tiene que abolir.
Resulta interesante apuntar las relaciones simultaneamente conflictuales y integradoras que se crearon entre desoccupados, proletarios empleados, pequeños comerciantes, empleados delas administraciones quienes en Argelia están más o menos mantenidos en unas relaciones de clientelismo político . Lo que ninguna unidad reivindicativa puede realizar. La lucha de los proletarios argelinos de Kabylia se impone por la acción directa, se afirma fuera de todo terreno particular( lugar de trabajo, barrio,…), niega las divisiones mantenidas por la clase capitalista tendiendo a su generalización y llevando un proyecto global de rechazo del Estado, desarrollándose contra todas las iniciativas legalistas pacifistas y electoralistas.
Estos proletarios reivindican excepcionalmente “las determinaciones clasistas” de sus actividades. Un cambio verdadero si se considera frente al ciclo de luchas precedente cuando la acción más reformista se reivindicaba alto y fuerte como si fuera una mobilización de la clase obrera mundial orgullosa de sí misma y de su boina. El hecho de que la acción de los proletarios no se reivindique como acción de clase no impide de que lo sea. Acción de clase y de manera paroxística ya que significa poner en tela de juicio por la parte del mismo proletariado su existencia como clase que se objetiva frente a él como determinación de la reproducción del capital que toda autoorganización confirma. No es pues de extrañar que los proletarios no se afirmen ya actuando como clase puesto que sus adversarios mismos son quienes erigen la existencia de la clase de proletarios como contenido dominante de la contrarevolución que se levanta frente a los proletarios.
El Movimiento de Acción Directa (Mad)
Porque erige la negación de las clases en forma de vida y, por eso mismo, en prealable a la lucha de clase, el Mad desemboca a una serie de estancamientos: el capital como dominación y símbolo, el problema insoluble de su propia extensión, sus refenrencias a las necesidades, al gozo, a los deseos, a un yo humano “auténtico”. Este estancamiento se manifiesta en el curso de los motines, su autolimitación (su índole autoreferencial) y hasta con su “recuperación” con metas que no son las suyas como occurió en Quebec, Praga, y tambien en Génova. Sin embargo esta exclusión recíproca que constituye el Mad entre ser proletario y producir otras relaciones sociales se ha vuelto, en este ciclo de luchas, la forma necesaria para plantear, ahora, esa dinámica del presente ciclo de luchas. Las relaciones inmediatas entre indivíduos en su singularidad acaban sólo siendo una alternativa, sin embargo el Mad anuncia el contenido de la revolución comunista: el planteaminto por parte del proletariado contra el capital, de su existencia como clase.
La luchas “suicidas”: caducidad de la autonomía
Se evocó ya la lucha de Cellatex y las que siduieron. En diciembre 2002- enero 2003, la huelga en ACT en Angers, Francia (sistémas informatizados,filial de Bull) se lleva de manera yuxtapuesta por una intersindical y un comité de lucha “muy abierto, más bien emanación de la base” (Échanges N°104). Tres lineas de fabricación se pusieron momentáneamente en marcha, lo que no impidió que los productos fuesen después quemados. Es interesante recordar la cronología de lo occurido. La fábrica se occupó luego del anuncio, el 20 de diciembre, de la liquidación defintiva de ACT(después de numerosas maniobras y discusiones dilatorias). La fábrica se occupa, pero nadie sabe para que. El 10 de enero el comité de huelga accepta asumir la fabricación de material electrónico destinado a un comprador italiano. El 22 de enero, se entregan 200 cartas electrónicas, el 23 los occupantes queman las cartas sacadas del almacén, el 24 los occupantes son desalojados sin miramiento.
Si en la forma Cellatex pudo hacer escuela (la violencia es una vieja historia en la lucha de clases), pero también en el fondo, ya que la dinámica que obra en este tipo de luchas, reside en que el proletariado no es en sí mismo nada, pero un nada repleto de relaciones sociales que hacen que, contra el capital, el proletariado tenga por única perspectiva su propia desaparición.
En el mismo periodo, los salariados despedidos de Moulinex echando fuego a una nave de la fábrica se inscribían igualmente en la dinámica de este nuevo ciclo de luchas que hace, para el proletariado de su propia existencia como clase, el límite de su acción de clase.
COMUNIZACIÓN
El punto límite de la lucha reivindicativa puede ser definido como momento en que la contradicción entre proletariado y capital tiende hacia el extremo tal que la definición de clase se resuelve en coacción exterior, una exterioridad simplemente ahí porque el capital está ahí. La pertenencia de clase se exterioriza como coacción. Este es el momento del salto cualitativo en la lucha de clase. Esta es la superación y no el transcrecer. Es aquí cuando se puede pasar de un cambio en el sistema a un cambio de sistema.
El punto último de la implicación recíproca entre clases ocurre cuando el proletariado se hace con los medios de producción. Se apodera de los medios pero no puede apropriárselos. La apropriación por parte del proletariado no puede ser lo ya que no es factible sino con su propia abolición como clase, en una unión universal de la producción en la cual el proletariado se despoja de lo que aun le queda de su situación social anterior. En el comunismo la apropriación ya no tiene uso puesto que la misma noción misma de “producto” queda abolida. Claro que hay objetos (las nociones tanto de objetividad como de subjetividad tienen que ser también revisadas) que sirven para producir, otros directamente consumidos, otros más para ambas utilizaciones. Pero hablar de productos planteándose la cuestión de su circulación, de su reparto o de su “cesión”, o sea concebir un momento de la apropriación, presupone lugares de ruptura, de “coagulación” de la actividad humana: el mercado en las sociedades mercantes, el” poner y coger del montón” en algunas visiones del comunismo. El producto no es una cosa simple. Hablar del producto, es suponer que un resultado de la actividad humana aparece como acabado frente a otro resultado o en medio de otros resultados. No se tiene que partir del producto sino de la actividad.
En el comunismo, la actividad humana es infinita porque insecable. Tiene resultados concretos o abstretos, pero esos resultados no son nunca “productos” por los cuales se plantearía algún problema de apropriación o de cesión bajo cualquiera modalidad. Esta actividad humana infinita sintetiza lo que puede decirse del comunismo. Si podemos hablar de actividad humana infinita para el comunismo, es que el modo de producción capitalista ya nos muestra, aunque de manera contradictoria, y no como un “buen aspecto”, la actividad humana como flujo social global y el “general intellect” o el “trabajador colectivo” como fuerza dominante de la producción. El carácter social de la producción no prefigura nada, no hace sino volver contradictoria la base del valor.
La necesidad a la se enfrenta la révolución comunista no consiste en modificar el reparto entre salario y provecho sino en la de abolir la natura de capital de los medios de producción accumulados. Una lucha reivindicativa puede pasar del nivel de conflicto al de la contradicción. El nivel del conflicto es el del reparto entre salario y provecho, entonces los intereses pueden harto ser inconciliables, se permanece sin embargo dentro de un juego de suma nula indefinitamente reproductible en la medida que quedando a este nivel, el balancín ira de un lado al otro ya que el mecanismo no fue atacado. El nivel de la contradicción es el de la plusvalía y del trabajo productivo, sin embargo se puede reivindicar ser un poco menos trabajador productivo de plusvalía sólo reivindicando un salario más importante o menos horas de trabajado lo que nos lleva a volver a la distribución y al conflicto. La insuficiencia de la plusvalÍa en relación al capital accumulado es el corazón de la crisis de la explotación, si no hubiera en el corazón de la contradicción entre el proletariado y el capital la cuestión del trabajo productivo de plusvalía, si sólo se tratara de un problema de distribución y si todos los conflictos en torno del salario no fueran la existencia de esta contradicción, entonces la revolución sería un mero deseo piadoso. No es atancando por el costado del trabajo productivo de plusvalía que la lucha reivindicativa está superada (volvería siempre a un problema de distribución), sino por un ataque del costado de los medios de producción como capital. Una lucha autoorganizada puede conducirnos al borde de la ruptura, pero esta ruptura significa la superación de la primera.
El ataque contra la natura de los medios de producción significa su abolición como valor absorbiendo el trabajo para valorizarse, extensión de la gratuidad, destrucción que pude ser física de ciertos medios de producción, su abolición como fábrica donde se define lo que es un producto, o sea los marcos del intercambio y del comercio, el trastorno de las relaciones entre las secciones de la producción que materializa la explotación y su tasa, es su definición, su engaste en unas relaciones intersubjectivas individuales, es la abolición de la división del trabajo tal como se inscribe en la red urbana, en la configuración material de los edificios, en la separación entre ciudad y campo, en la existencia de lo que se llama una fábrica o un lugar de producción. “ Las relaciones entre indivíduos se han cuajado en las cosas, porque el valor de cambio es de natura material” ( Marx, Fondements…, Anthropos, t.1, p.97). La abolición del valor es una transformación concreta del paisaje donde vivimos, es una nueva geografía. La abolición de las relaciones sociales es un asunto muy material.
La producción de nuevas relaciones entre los indivíduos consisten entonces en las medidas communistas tomadas como necesidad de la lucha. La abolición del intercambio y del valor, de la división del trabajo, de la propriedad son tan sólo el arte de la guerra, ni más ni menos que cuando Napoléon hace la guerra en Alemania introduciendo el “Code Civil”. Las relaciones sociales anteriores se deshacen en esta actividad social en la cual no se puede diferenciar entre actividades de huelgistas o de insurgentes y creación de otras relaciones entre los indivíduos, nuevas relaciones, en las que las que los indivíduos consideran lo que es sólo como momento de un flujo ininterrumpido de la producción de la vida humana.
La destrucción del intercambio son obreros atacando los bancos donde estan sus cuentas como las de otros obreros, obligándose a arreglárselas así, son los trabajadores comunicándose y comunicándo a la comunidad sus “productos” directamente y sin mercado, son los sin abrigo occupando las casas, “obligando” así a los obreros de la construcción a producir gratis, los obreros de la construcción tomando libremente de lo almacenado, obligando a toda la clase a organizarse para encontrar los víveres en los sectores por colectivizar,etc. Seamos claros. No hay ninguna medida que, por sí misma, en sí misma, sea el “comunismo”. Distribuir bienes, hacer circular durectamente medios de producción y materias primas, utilizar a la violencia contra el Estado, son actos que pueden en ciertas circunstancias ser llevados a cabo por unas fracciones del capital. Lo que es comunista no es la “violencia” en sí, ni la “distribución” de la mierda que nos lega la sociedad de clases, tampoco la “colectivización” de las maquinarias chupadoras de plusvalía, es la naturelza del movimiento que enlaza dichas acciones, las subtienden, haciendo de estas momentos de un proceso que tan sólo puede comunizar siempre más o ser aplastado.
Las actividades militares y sociales son indisolubles, simúltaneas y se compenetran. No se puede llevar a cabo una revolución sin tomar medidas comunistas, sin disolver el trabajo asalariado, comunizar la alimentación, la vestimienta, la vivienda, procurarse todas las armas (destructivas, pero también telecomunicaciones, víveres,etc…), integrar los sin reservas (incluyendo los reducidos por nosotros mismos a tal estado), los parados, los desocupados, los campesinos aruinados, los estudiantes desconcertados y sin apego. Hablar de revolución hecha por una “categoría” que representa el 20% de la población llevando a cabo unas “huelgas” para demandar al Estado la satisfacción de sus “intereses”, es una mera broma.
A partir del momento en que se consume gratis, hay que reproducir lo consumido; para el propósito se necesitan materias primas, piezas de recambio, víveres (evitamos el término poco satisfactorio de “valor de uso”, noción intrínseca a la existencia de la mercancía). Hay pues que hacerse con los medios de transporte, las telecomunicaciones y entrar en contacto con otros sectores ; haciéndolo se enfrenta a los bandos armados adversos. La contienda contra el Estado plantea inmediatamente el problema del armamento, que no puede resolverse sino poniendo en pie una red de distribución para combates en una multiplicidad de lugares casi infinita (un frente o sectores de contienda delimitados significan la muerte de la revolución). A partir del momento en que los proletarios deshacen las leyes mercantes, no pueden pararse( aún menos puesto que el capital se ve privado de bienes esenciales y contraataca). Cada ahondamiento social, cada extensión da carne y sangre a las nuevas relaciones, permitiendo la integración de un número creciente de no-proletarios a la clase comunizadora que está constituyéndose y disolviéndose simultaneamente, reorganizando las fuerzas productivas, aboliendo más y más toda competencia y divisiones entre proletarios, adquiriendo una posición militar, haciendo de esto el contenido y el desarrollo de su contienda armada contra los que la clase capitalista puede aún mobilizar, integrar y reproducir dentro de sus relaciones sociales.
La clase capitalista y sus numerosas capas o estratas periféricas, se sostienen sobre una complicadísima maraña, papelera, burocrática, extremadamente vulnerable, de vínculos financieros, de créditos y obligaciones. Sin esos lazos, la cohesión interna se desfonda. Esa clase no es ninguna comunidad basada sobre una asociación material, sino un conglomerado de competidores unidos por el intercambio. El intercambio, es la comunidad abstracta (el dinero). Por lo que todas la medidas comunizadoras tendrán que actuar con energía para desmantelar los lazos que unen a nuestros enemigos y a sus suportes materiales, destrucción rápida, sin regreso posible. Comunización no significa organizar apaciblemente la gratuidad y una forma de vivir agradable entre proletarios. La dictadura del movimiento social de comunización es un proceso de integración de la humanidad al proletariado desvaneciéndose. La delimitación estricta del proletariado respecto a las otras estratas, su lucha contra toda producción mercante generan un proceso que obliga a las capas asalariadas petites-bourgeoises de “la clase de los ejecutivos del control social” a unirse a la clase comunizadora, significando su definición, exclusión y al tiempo, demarcación y apertura, borradura de las fronteras y debilitación de las clases. No es está ninguna paradoja sino la realidad del movimiento en el que el proletariado se define prácticamente como movimiento de constitución de la comunidad humana. El movimiento social de Argentina, por afrentarse con él, se planteó el problema de la relaciones entre proletarios en actividad (asalariados), parados, excluidos y estratas medias. Contestó de manera muy parcelaria, lo más interesante fue sin caber duda su organización terriorial. Frente a esta situación, los matasiete radicales del interclasismo o los propagandistas de la unanimidad nacional democrática resultan ser militantes de dos tipos diferentes de derrota. La revolución que tan sólo puede ser comunización en este ciclo de luchas supera el dilemna entre alianzas de clases leninistas y “el el proletariado solo” de Gorter.
La única forma de superar los conflictos entre parados y “con empleo”, entre especializados y los sin cualificación es el efectuar de empuje, en el curso de la lucha armada, las medidas de comunización que suprimen la misma base de estas divisiones ( las empresas recuperadas de Argentina frente a este problema contestaron sólo de manera marginal, contentándose a menudo -cf. Zanon- con algunas redistribuciones caritativas a algunos grupos de piqueteros). A falta de tales medidas, el capital jugará a lo largo del movimiento sobre esta fragmentación encontrando en los autoorganizados sus Noske y Schiedemann. Las crisis del modo de producción capitalista no constituyen ningún seguro para el proceso revolucionario, la clase capitalista sabe perfectamente utilzarlas para descomponer a la clase obrera. En realidad, y la revolución alemana lo había ya apuntado, se trata de disolver las estratas medias tomando medidas comunistas concretas que las obliguen a entrar en el proletariado, o sea acabar su “proletarización”. Hoy en los paises desarollados, la cuestión es a la vez más simple y más peligrosa, de un lado la inmensa mayoría de esas estratas medias es asalariada y no tiene ya base material a su posición social, su papel de control y dirección de la cooperación capitalista es esencial pero precarizado en permanecia, su posición social depende de un mecanismo muy frágil de extracción de fracciones de la plusvalía. Pero por otro lado, y por las mismas razones, la proximidad formal de estas estratas con el proletariado les conduce a presentar en el marco de las luchas de este último “soluciones” de gestión alternativas, nacionales o democráticas que preservarían sus propias posiciones. Podría encontrarse muy a gusto en el democratismo radical expresión de la límite de las luchas. No habrá soluciones milagrosas puesto que no existe reivindaciones unificadoras, la clase no se unifica sino rompiendo las relaciones en el seno de las cuales las reivincaciones tienen sentido: la relación capitalista. La cuestión esencial que tendremos que resolver es el saber cómo se extiende el comunismo, antes que se vea asfixiado por las mordazas de la mercancía; cómo integrar a la agricultura para no tener que intercambiar con los campesinos; cómo se deshacen los lazos cambistas del adversario para imponerle la lógica de la comunización de las relaciones y del apoderarse de los bienes, cómo frente a la revolución, disolver mediante la revolución al boque del temor.
Los proletarios no “son” revolucionarios, como el cielo “es” azul, ni porque “son” asalariados, ni tampoco porque “son” disolución de las condiciones existentes. Se constituyen en clase revolucionaria por su propia autotransformación.
Couverture Verso
No existe reestructuración del modo de producción capitalista sin derrota obrera. Esta derrota fue la de la identidad obrera, de los partidos communistas, del sindicalismo como la de la autogestión, de la autoorganización y de la autonomía. Desde principios de los años 1970, hasta medio de los 1990, todo un ciclo de luchas fue desecho. La desaparición de una identidad confirmada por el capital significa que la contradicción entre las clases ha sido llevada al nivel de la reproducción suya. La abolición del capital puede sólo tener como contenido la abolición de todas las clases, comunización de la sociedad.
Lo que fue alcanzar una meta final tras la revolución, después de la afirmación del proletariado, se ha vuelto el curso mismo de la revolución. La abolición del intercambio, de la división del trabajo, de la mercancía, de la propriedad, del Estado, de las clases, no son medidas tomadas tras las victoria de la revolución, sino la revolución sí misma. Por consecuencia, desde las luchas cotidianas a la revolución sólo puede haber ruptura, ruptura anunciada en el curso cotidiano de la lucha de clase.
Actuar como clase significa actualmente, por una parte tener como horizonte únicamente el capital y las categorías de su reproducción, y por otra parte, según la misma razón significa ser/estar en contradicción con su propia reproducción de clase, cuestionándola. Este conflicto, este trecho en la acción del proletariado constituye el invite de la lucha de clases. La autoorganización, como dinámica revolucionaria se ha vuelto obsoleta, y lo que no fue jamás sinó liberación del obrero como obrero, formaliza hoy, defiende y ratifica la existencia del proletariado.
La autoorganización es el primer acto de la revolución, los siguientes irán en contra suya.
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