MANIFIESTO DE ESTUDIANTES DE LA UCA CONTRA BOLONIA
Motivos del encierro en la Facultad de Filosofía y Letras
Nuestra posición ante el llamado “Plan Bolonia” parte de una crítica radical del mismo. Junto al discurso oficial que pretende que “Bolonia” es la revolución que necesita la Universidad europea existe otro discurso que plantea que el problema no es la “Declaración de Bolonia” en sí misma, sino toda la parafernalia que la rodea y que, según éstos, poco tiene que ver con el texto original. Nosotros no pensamos así. Entendemos que el problema no está en lo que rodea a la reforma, sino en la propia raíz de la misma.
Para no quedarnos en un análisis superficial, debemos saber que “Bolonia” no es una propuesta autónoma de nuestros representantes en Europa. “Bolonia” nace de unos acuerdos que se remontan a la “Estrategia de Lisboa” que, en líneas generales, entendemos como el plan estratégico para construir una Europa neoliberal que plantea una reestructuración de todos los servicios públicos y una revisión de las conquistas sociales. Es la Europa del capital que franceses, holandeses e irlandeses han rechazado a través de las urnas.
Uno de los argumentos que están usando los defensores de “Bolonia” es que, al ser una reforma planteada en Europa, va a ser buena para todos. Estamos pues ante el mito que sentencia que “todo lo que viene de Europa está bien”. Sin entrar mucho en esta cuestión, podemos ofrecer dos ejemplos que nos hacen dudar de esas posiciones tan acríticas: la directiva europea de no retorno, que convierte a los inmigrantes prácticamente en delincuentes, y la directiva europea que pretende ampliar el horario laboral a 65 horas. Vemos con sólo dos ejemplos cómo también se puede construir una Europa que actúa contra los derechos sociales.
Una Europa que se está desvelando también como un proyecto poco democrático. Por un lado el discurso oficial habla de “progreso”, presentando a los sectores más críticos de la sociedad como enemigos del mismo y por tanto como enemigos de Europa (no es de extrañar que a quiénes nos oponemos a “Bolonia” se nos tache así de anti-europeos). Y por otro, al imponer reformas como ésta, obviando la participación de los ciudadanos y dejando a éstos fuera de todo proceso de toma de decisiones. Entendemos que el “Plan Bolonia” se está implantando sin transparencia en la información y sin democracia en los métodos.
En este sentido, creemos que los responsables de la aplicación de “Bolonia” están perdiendo legitimidad. Es cierto que las instituciones democráticas dan a nuestros representantes esa legitimidad necesaria en toda democracia, pero pensamos que ésta no es un concepto inmóvil, sino que debe existir una relación dialéctica entre representante e institución y representados. Desde el momento en el que somos miles por todo el Estado los que nos oponemos a esta reforma que se está aplicando sin transparencia y sin nuestra participación real, no podemos aceptar el discurso de las autoridades que pretenden escudarse y justificarse en base a una legitimidad que creemos no merecen.
El “Proceso de Bolonia” se inserta dentro de una reestructuración global de la sociedad, que se presenta desde los organismos internacionales como una consecuencia ineludible derivada de la evolución del capitalismo tardío. El llamado Estado del Bienestar sigue así su deterioro, en un afán de emular el modelo social estadounidense, potencia garante del neoliberalismo.
¿Qué consecuencias tiene esto para la Universidad? Bolonia no abole, sino que simplemente omite la consideración de la Universidad como un espacio crítico público, un ente que promueve una verdadera transformación social y no la consolidación de una tendencia marcada desde los poderes económicos a nivel mundial. Según el modelo que se pretende implantar, la Universidad queda subordinada al mercado y la rentabilidad –entendida como un concepto puramente económico- se convierte en el criterio primordial a la hora de valorar la educación. En un discurso característico del neoliberalismo se habla de adaptar la Universidad a las necesidades de la sociedad, para después afirmar que esas necesidades sociales son las necesidades del mercado. La asunción de los conceptos sociedad y mercado como sinónimos es la principal perversión de esta reforma educativa; y, al contrario de lo que defienden algunos medios, se encuentra explícitamente en la “Declaración de Bolonia”, no es consecuenc!
ia de una mala aplicación, como decíamos, de la propuesta – que no Directiva- europea.
Al margen de estos problemas estructurales, la precariedad laboral actual, la ineficacia de los organismos reguladores y no reguladores, del mercado, las periódicas crisis del sistema y un largo etcétera, son indiscutibles síntomas de que la liberalización no es el camino a seguir. Y menos aún en un ámbito social fundamental como es la educación. A no ser que renunciemos definitivamente a la idea de que la persona es más importante que el mercado.
Aterrizando ya sobre la nueva estructuración de las carreras, entendemos que ésta producirá una elitización de la educación. La división, en primer lugar, de los estudios en grados, que fomentan una formación general enfocada a un mercado laboral precario dando más importancia a las competencias –que no son otras que las que demandan las empresas- por encima de la formación personal; y, en una segunda fase, los posgrados, que ofrecen una formación más específica. El elevado precio de los estudios de posgrado y la necesidad de realizar estos estudios, para poder acceder en mejores condiciones al mercado laboral, implican eso que denunciamos como elitización. Esta elitización la vemos reforzada además con la sustitución en los posgrados de las becas por “becas-préstamos”, que no es más que un eufemismo de hipoteca.
Respaldando el criterio empresarial dentro de la Universidad se establecen prácticas no remuneradas en empresas privadas, pagadas por el estudiante dentro del conjunto de los créditos. La Universidad se convierte así en una cantera de recursos humanos al servicio del capital.
Uno de los pilares básicos sobre los que se asienta el Plan Bolonia, y, prácticamente, fundamento único al que más difusión se ha dado y más comentarios ha recibido desde la prensa y las propias instituciones universitarias -refiriéndonos a los altos cargos universitarios- versa sobre el incentivo para la movilidad entre estudiantes, docentes e investigadores a otras universidades europeas. Así mismo esta movilidad se sustenta en la supuesta homologación casi automática de títulos y créditos.
Partiendo de esta idea y basándonos en textos jurídicos de la propia UE y de la ANECA (como órgano estatal) podemos afirmar que esto se encuentra lejos de la realidad, dada la imposibilidad e incapacidad legal con que las propias universidades se encuentran para acordar dichas homologaciones. Estos postulados europeos chocan frontalmente con las legislaciones nacionales sobre movilidad.
Nosotros participamos de la opinión de que la movilidad siempre es algo positivo y enriquecedor, académica y humanamente. El problema surge cuando el silencio es absoluto a la hora de explicar las medidas que adoptar para llegar a esa capacidad de movilidad y homologación de créditos. Intentando rellenar ese vacío acudimos al Directorio General para la Educación y Cultura de la Comisión Europea, a su documento del 7 de Mayo del 2007 en el que se reconocen las dificultades para alcanzar estos acuerdos, aportando como solución “que sean las autoridades competentes (universidades, ministros y empresas) los que elaboren las decisiones sobre este reconocimiento y homologación de créditos”. Ofreciendo “ayuda para lograr un marco de acuerdos que permita al estudiante individual predecir el posible reconocimiento posterior de sus estudios”, pero tan sólo en aquellas instituciones con las que se hayan alcanzado acuerdos.
Así se “anima a universidades, empresas y autoridades públicas a establecer lazos y acuerdos para la formación continua”. Es decir, que sea a nivel nacional o incluso regional donde se llegue a estos acuerdos, limitándose Europa a ofrecer un triste consejo.
Por todo ello, y considerando insuficiente la vía institucional, adoptamos como medida de protesta ante las autoridades competentes la ocupación de la Facultad de Filosofía y Letras desde el día 15 de diciembre.
El encierro tendrá un carácter pacífico, no pretendemos impedir el derecho a la asistencia a clase sino informar a nuestros compañeros. Además, pretendemos potenciar la Facultad como espacio crítico y cultural abierto a todo el que quiera participar, por lo tanto durante el encierro realizaremos actividades culturales y e informativas sobre el “Proceso de Bolonia”.
Así mismo, con este encierro pretendemos mostrar nuestra solidaridad con los estudiantes anti-Bolonia expedientados en Barcelona y Valencia, así como con el resto de estudiantes que mantienen ocupaciones en sus centros.
Como objetivos nos proponemos:
# El establecimiento de un debate abierto con los responsables de la aplicación de “Bolonia” en la UCA, con vistas a la celebración de un referéndum vinculante donde los estudiantes manifiesten su postura.
# Exigir transparencia y una difusión efectiva de la información sobre la reforma.
# Construir frente a Bolonia una Universidad crítica y con vocación de trabajar para la transformación de la sociedad
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